Ecuador, septiembre de 2003
Pablo Miranda

Los Trabajadores, Los Pueblos, La Izquierda y la Presidencia de Gutiérrez

La estrategia del imperialismo y las oligarquías

Hasta la década de los setenta, el imperialismo norteamericano y los diversos gobiernos de turno estuvieron empeñados en impulsar unas políticas denominadas desarrollistas que ponían el acento en los procesos de industrialización de los productos agrícolas y las materias primas y en la afirmación y desarrollo de un mercado interno.

A partir de la crisis de la deuda externa a nivel internacional, de las grandes dificultades del capital financiero y de los éxitos relativos que venían obteniendo en el combate contra socialismo y los procesos revolucionarios, cobró fuerza en América Latina y como consecuencia en el Ecuador, la orientación de aplicar el neoliberalismo.

Se trata de un conjunto de lineamientos económicos y políticos dirigidos a la mayor acumulación y concentración capitalistas, principalmente, de los monopolios y de los países imperialistas, a conjurar la crisis del capital financiero a través de medidas de orden monetarista.

Una andanada ideológica satánizando el supuesto estatismo y abogando por la "libertad individual" se expandió por nuestros países. Según esos presupuestos las tesis de la soberanía nacional y del desarrollo independiente son inviables, obsoletas, ya no tienen lugar en el mundo de nuestros días. La globalización, la revolución científico técnica, el desarrollo de la computación, de las comunicaciones y de la ingeniería de la vida reclaman la optimización de la producción.

Ese desenvolvimiento a nuevos niveles de la producción exige la relocalización de la industria en los lugares y países en donde exista una mayor productividad, desde donde se la pueda realizar con mayor rentabilidad. Esta política da como resultados la desindustrialización de los países dependientes. Exige la apertura de los mercados, la vigencia del libre comercio que significa disminución y luego eliminación de los aranceles para la producción de los países imperialistas y de los monopolios.

El neoliberalismo expande el capital especulativo por todos los rincones del planeta, subordina a los países a la férula de la deuda externa y como resultado extrae riquezas, producción y capital de todas las regiones y de los trabajadores de los cinco continentes. Los Estados nacionales deben subordinarse a los designios de los usureros internacionales.

Para el neoliberalismo los Estados nacionales no son válidos para el desarrollo y la integración de los países y las economías en el mundo interdependiente de nuestros días. Son "Estados obesos" que están interfiriendo en la economía de mercado, invadiendo áreas destinadas a la libre empresa, asumiendo posiciones paternalistas. Esa situación debe terminar, las regulaciones que puedan emanar de ellos deben dirigirse a promover la inversión privada, extranjera y nacional. Deben desembarazarse de las responsabilidades sociales: salud, educación, seguridad social, transportación pública que no tienen la naturaleza de derechos sino que son servicios que deben ser pagados, por quienes los utilizan.

Se acentúan los denominados procesos de integración económica de los países y regiones. En nuestro continente se promueve un bloque comercial bajo la égida de los Estados Unidos que más adelante devendrá en el ALCA.

Debe flexibilizarse el mercado laboral. El crecimiento de la libre empresa y la productividad pasan porque se optimicen las ganancias de los capitalistas, porque se recorte e incluso se eliminen los derechos sindicales, la estabilidad, la libertad de organización y de huelga.

Estas políticas económicas tienen grandes implicaciones sociales. Provocan una acumulación y concentración capitalistas y mayor empobrecimiento de los trabajadores y de los otros sectores populares, el incremento del desempleo, la desnutrición y la insalubridad.

Para su aplicación en el país, desde los años ochenta, se busca adecuar la Constitución y las leyes, restringir las libertades democráticas y los derechos sindicales, cumplir las resoluciones privatizadoras, enajenar el petróleo, las empresas telefónicas, la electricidad, etc.

Todos los gobiernos, en este período, han dirigido sus esfuerzos al cumplimiento de estas disposiciones y no han podido llevarlas a término, debido a la resistencia de los trabajadores y los pueblos y, también a causa de las contradicciones interburguesas que se expresan en la disputa de los diversos sectores por ser beneficiarios principales de esos atracos.

En las últimas décadas del siglo pasado y en lo que va del nuevo milenio, el imperialismo y las clases dominantes se esmeran por aplicar este recetario neoliberal y, los trabajadores y los pueblos vienen luchando por sus intereses inmediatos, construyendo propuestas alternativas que se transforman poco a poco en sustento y construcción de un programa por su emancipación.

En este período en el Ecuador se sucedieron gobiernos burgueses de distinto signo. Las dictaduras militares de los setenta y el gobierno de Roldós fueron las últimas expresiones del desarrollismo. A partir de la administración de Oswaldo Hurtado se dio impulso al neoliberalismo.

Los socialcristianos y Febres Cordero, los conservadores y Sixto Duran, Bucaram, Alarcón, Mahuad y Noboa hicieron gobiernos neo liberales, desembozadamente, proclamándolo. La Izquierda Democrática con el ropaje del discurso reformista fue artífice de las reformas laborales que restringieron los derechos sindicales. Gutiérrez ahora está comprometido a continuar la aplicación de esas políticas antipopulares y antinacionales.

El reflujo, la reanimación y ascenso de la lucha social

En los últimos años de la década de los 80 del siglo XX, el movimiento revolucionario de los trabajadores y de los pueblos resintió duros golpes de naturaleza política e ideológica.

La caída del Muro de Berlín, el colapso de la ex URSS, la debacle del llamado "socialismo real", la derrota del socialismo en Albania y de varios procesos revolucionarios en América Latina y en Asia, la desarticulación del movimiento sindical revolucionario, la confusión ideológica, la dispersión política, la deserción, el desaliento y la desmoralización de las izquierdas y de los revolucionarios proletarios fueron las más importantes manifestaciones de un reflujo de las fuerzas revolucionarias y progresistas que tuvo dimensiones internacionales.

Esta situación fue consecuencia de las debilidades y los errores de las fuerzas revolucionarias. Fue también resultado de la presión ideológica y política del imperialismo y la reacción y, posibilitó una gran embestida anticomunista que afectó al conjunto del movimiento obrero y de liberación de los pueblos, a la juventud y las organizaciones políticas revolucionarias, a los militantes y a la dirigencia.

Los reaccionarios batieron palmas, decretaron el "fin de la historia", el "final de las ideologías", proclamaron el triunfo absoluto del capitalismo, la caducidad del socialismo, la bancarrota de la revolución social, la inutilidad de la lucha popular. Nos plantearon el "nuevo orden internacional", "la globalización", la interdependencia de los países, el "fin de la guerra fría", el mundo de la paz y el orden, de la democracia y la libertad individual.

En nuestro país las fuerzas populares, la clase obrera y el campesinado, la juventud; las formaciones políticas de izquierda, incluido, el partido revolucionario del proletariado sufrieron también el impacto de ese reflujo. En estas latitudes, como en otros lares, se planteó también la superioridad del capitalismo y la obsolescencia del socialismo, la caducidad del marxismo leninismo; se lo tildó de trasnochado y a los revolucionarios se nos motejó de dinosaurios.

Los vientos del cambio, de la revolución cambiaron de sentido y no fueron pocos los izquierdistas y revolucionarios, incluso algunos comunistas que sucumbieron frente a esa andanada contrarrevolucionaria.

Mas, las cosas no fueron tan buenas para los reaccionarios.

Bajo el sol ecuatorial, en las cumbres andinas y en la selva tropical, en los campos y en las fábricas, en las aulas y en los barrios se renovaban las ideas libertarias, las masas indias y campesinas, la juventud de las ciudades, los maestros continuaban la lucha, en las nuevas condiciones.

Muy temprano, en 1990, de repente, como salido de la nada emergió un gran levantamiento indígena que rápidamente se generalizó y conmovió al país. Decenas de miles de indios de la Sierra y de la Amazonía se expresaron iracundos en demanda de tierras y territorio, de sus derechos nacionales y culturales.

Quinientos años de opresión y explotación, de agresión cultural no pudieron eliminar a los pueblos indios. Por siglos estuvieron sojuzgados, diezmados por la represión y las enfermedades, recluidos en los páramos y en la selva. Fueron años de resistencia, de combates intermitentes, de levantamientos parciales, la mayoría de ellos, derrotados por la fuerza de los españoles primero y de los mestizos después; fueron tiempos de aprendizaje y acumulación. Y de pronto eclosionaron.

Dos años más tarde, con motivo de la conmemoración de los cinco siglos del arribo de Cristóbal Colón a las tierras de América, una vez más los indios ecuatorianos mostraron la vitalidad de su organización y lucha. Desarrollaron un segundo gran levantamiento.

El Ecuador aparecía como un país atípico. Mientras en la gran mayoría de países el movimiento social y nacional estaba en retirada, en reflujo, aquí se producían importantes acontecimientos sociales y políticos que tenían connotaciones generales, que impactaban en el conjunto de la sociedad.

No faltaron los analistas burgueses e "izquierdistas", sobre todo, estos últimos que hablaban de la particularidad del movimiento indígena y lo catalogaban como una cuestión que estaba absolutamente fuera de contexto, al margen de la lucha revolucionaria, que valía por si mismo, que empezaba y terminaba en sus propios límites. Que no formaba parte de las fuerzas sociales revolucionarias.

La vida es, sin embargo, maestra esclarecedora.

Ciertamente, las fuerzas sociales populares resintieron el reflujo del que hablamos más arriba, sobre todo el movimiento obrero. Pero, si bien sufrieron reveses y el impacto de la ofensiva anticomunista, no fueron aniquiladas, ni siquiera arrinconadas.

1991 fue escenario de un combativo paro de la UNE que enfrentó la soberbia de la socialdemocracia en el gobierno. Los maestros desenvolvieron importantes formas de lucha, de vinculación con los padres de familia y con los estudiantes. Sobre todo, lo nuevo fue la vigencia, desarrollo y proyección del debate, de la participación de las bases de profesores en la toma de decisiones y por consecuencia en la ejecución de las directivas. La victoria del magisterio constituyó un nuevo componente de la reanimación del movimiento popular que se sumaba a la gesta de los pueblos indios.

1993, una vez más los maestros agremiados en la UNE fueron protagonistas de un nuevo paro nacional indefinido, esta vez, frente al gobierno de Sixto Duran Ballén. Fueron 63 días de lucha, de demostración de la iniciativa de las bases del magisterio que unidas a los padres de familia, a los estudiantes y con la contribución solidaria del movimiento sindical y campesino irrumpieron en las carreteras, en los pueblos y ciudades. En esta oportunidad la represión fue más allá de las bombas lacrimógenas de la policía, de la cancelación de los dirigentes, de la prisión de maestros, del asesinato de dos profesores; el gobierno acudió a las fuerzas armadas y militarizó las escuelas. La UNE por su unidad, combatividad y su correcta dirección alcanzó un resonante triunfo. Fue de tal magnitud la lucha de los maestros que las calles de las ciudades se pintaron con la consigna de "UNE te, la lucha continúa" por parte de organizaciones y personas que sentían admiración por la fuerza, vitalidad, heroicidad y triunfos de la UNE. Estas nuevas jornadas de los maestros aportaban significativamente a la reanimación y recuperación del movimiento popular y revolucionario.

1994 y 1995, los campesinos agrupados en la Federación Única Nacional de Afiliados al Seguro Social Campesino (FEUNASC) organizaban combativas acciones que movilizaban decenas de miles de personas. Los estudiantes secundarios y en alguna medida los universitarios participaban activamente en la lucha callejera, en oposición a las medidas antipopulares y antinacionales, en defensa del laicismo y oposición a la enseñanza religiosa. El último trimestre de 1994 y los primeros meses de 1995 la juventud estudiantil se tomó las calles de las ciudades y desenvolvió nuevas formas de lucha. Gradualmente las consignas coyunturales de oposición a las alzas de pasajes y otras medidas antipopulares fueron rebasadas por los combatientes que se planteaban la lucha por la revolución. El coraje de los muchachos y muchachas crecía como su audacia. Enfrentaban a los carros antimotines tomándolos y abordándolos. Derribaban a los caballos. Devolvían las bombas de la policía. En varios sitios y momentos tenían la iniciativa y de perseguidos por los gendarmes se convertían en sus perseguidores. Para cualquier observador, era evidente que la lucha popular tenía altos niveles y se desarrollaba. Nosotros hablamos entonces de que el reflujo quedo atrás y que el movimiento popular iniciaba un ascenso.

Este importante momento de la lucha social fue drásticamente interrumpido. En febrero de 1995 se produjo la Guerra del Cenepa que confrontó de manera localizada a las Fuerzas Armadas del Ecuador y el Perú. Esta situación movió el tablero de la lucha social, desviándolo hacia la lucha por la defensa de la integridad territorial.

Curiosamente en el Perú, esta misma circunstancia, saldaba las contradicciones entre los grupos de alta oficialidad de las Fuerzas Armadas.

El gobierno de Duran Ballén pretendió que los ecuatorianos refrenden en una consulta popular las principales medidas neoliberales, la privatización de la seguridad social, de las áreas estratégicas, la descentralización. Las organizaciones sociales, los partidos políticos de izquierda enfrentamos unidos esta pretensión. A través del debate, de la propaganda de mano derrotamos una profusa campaña televisiva. Las masas populares dijimos "once veces no" al neoliberalismo.

La lucha social que se desenvolvía en el país se expresaba también en el ámbito electoral.

En las elecciones legislativas y municipales de 1994 la izquierda revolucionaria a través del MPD elegía 7 diputados y se constituía en la tercera fuerza en el parlamento burgués. Esa situación era resultado, proyección de la lucha de las masas, del accionar político de los revolucionarios.

En 1996, el Pachakutik, exhibiendo la candidatura de Elheres, alcanzaba una votación extraordinaria, ocupando también, el tercer lugar en las elecciones presidenciales y una importante bancada parlamentaria.

Brevemente hemos analizado el comportamiento del movimiento social popular en la primera mitad de los 90 del siglo pasado.

En el Ecuador, el reflujo afecto principalmente al movimiento obrero, a la dirigencia y a la militancia de las organizaciones de izquierda y al revisionismo (El PC se autodisolvió y se fusionó con el partido socialista; más tarde un pequeño grupo pretende su reconstitución). El movimiento de masas fue afectado pero tuvo condiciones para su pronta recuperación, una franja de los partidos y hombres de izquierda y revolucionarios persistieron en sus convicciones y continuaron la lucha. Los comunistas marxista-leninistas ocupamos nuestro puesto en estas filas; también lo hicieron otros revolucionarios.

Los principales actores de la reanimación de las fuerzas populares fueron el movimiento indígena que agrupa a una importante franja de los pueblos indios, la organización de los maestros, la juventud estudiantil y los trabajadores públicos. Entre las fuerzas políticas destacan nítidamente el Pachakutik y el MPD, el PCMLE y la JRE. Estas fuerzas sociales y organizaciones políticas van a constituir los ejes del movimiento popular y nacional, las columnas principales del proceso emancipador de los trabajadores y los pueblos. Estos actores van a ser protagonistas principales de todos los acontecimientos políticos del país. Van a coincidir y actuar juntos y también a divergir y trazar senderos diferentes.

A partir de estos eventos, pero con raíces en los años anteriores el movimiento popular ecuatoriano inicia un periodo de ascenso que continúa hasta nuestros días y que se proyectará mucho más en el futuro mediato.

El movimiento popular cambia cualitativamente, da un salto en su desarrollo.

Las masas populares acuciadas por la crisis, golpeadas por la represión, dispersas en varias organizaciones sindicales y gremiales, impactadas por la ofensiva anticomunista vienen siendo protagonistas de importantes combates de clase. Se oponen a la explotación y a la flexibilización laboral. Se expresan en las calles y plazas, en los campos y las ciudades contra los paquetazos fondomonetaristas. Luchan por mejores condiciones vida, por mejores salarios, por la estabilidad, por el derecho a la educación y la salud; por la tierra y el agua, por créditos y justos precios a la producción. Se trata de combates intermitentes que van creciendo en magnitud y en perspectiva. Varios de esos enfrentamientos adquieren características políticas, enfrentan a los gobiernos de turno, en algunos de ellos, los sectores más avanzados apuntan a la conquista del poder.

En los últimos tiempos esas acciones de las masas populares comienzan con la protesta frente a las medidas antipopulares de los diversos gobiernos, son manifestaciones de la lucha por la vida, de oposición a las políticas económicas y pronto se van convirtiendo en acciones generales que colocan como blanco al gobierno. Crecen en el proceso de su desenvolvimiento y en no pocas ocasiones se han convertido en importantes levantamientos populares.

La protesta contra el paquetazo de Bucaram, antes de que cumpliera seis meses de gobierno se transformó rápidamente en rechazo a las poses prepotentes y autoritarias, a la corrupción y a la ineptitud. Decenas de miles de trabajadores, de campesinos, de jóvenes y maestros, de pobladores pobres y amas de casa; millares de indios, mestizos y negros; los partidos y organizaciones de izquierda fueron engrosando una corriente popular que se planteó el derrocamiento de Bucaram y se convirtió en un gran levantamiento que lo echó del poder, en febrero de 1997. Curiosamente el Partido Socialista estaba involucrado en el gobierno de Bucaram. Una parte de la burguesía optó también por el derrocamiento de Bucaram. La lucha popular jugó un rol destacado, aprovechó las diferencias entre los grupos burgueses, pero a su vez, los resultados finales fueron usufructuados por otro sector de las clases dominantes.

Hasta este momento y desde la reinstalación de la democracia representativa en 1979, el imperialismo y las clases dominantes estaban cuidando su vigencia, se esmeraban por presentarse como adalides de la democracia. En esta oportunidad la profundidad y extensión de la crisis eran de tales dimensiones que los forzó a quebrar esa institucionalidad, en el propósito de desviar la lucha popular y resolver coyunturalmente sus contradicciones de grupo. Se trata de un cambio cualitativo en la estrategia del imperialismo y las oligarquías.

El movimiento popular debatió sus opiniones en colectivos de diversa magnitud, en las asambleas de fábricas y campesinas, en foros y talleres, se unificó en las calles y en las plazas, en los campos y ciudades. Avanzó cualitativamente a discernir la necesidad de echar a un corrupto, al gobierno de turno. Este acontecimiento ocurría en el país al cabo de más de treinta años, desde 1966, cuando el derrocamiento de la dictadura militar de los coroneles. La izquierda revolucionaria planteó la perspectiva de un gobierno popular. Fue una consigna correcta, pero el movimiento de masas no alcanzó a entenderla. Se avanzó a elaborar un Mandato Popular para el nuevo gobierno y se propuso vigilarlo. La crisis se resolvió en el parlamento burgués y los diputados revolucionarios contribuyeron en esa dirección. De todas formas las calles y la lucha protagonizaron un avance cualitativo del movimiento popular.

El movimiento indígena, aglutinado en la CONAIE y en Pachakutik constituyó una de las columnas del levantamiento popular. La izquierda revolucionaria lideró otra de las columnas, se probó y se fogueó en el combate, creció. Una buena parte de las masas participantes del levantamiento fueron convocadas por la propia lucha, por las condiciones subjetivas generadas por el proceso.

El levantamiento popular de enero de 2000

El gobierno de Mahuad tenía el propósito de llevar hasta el final la aplicación de las políticas neoliberales. En el inició de su mandato se erigió como la alternativa burguesa para desarticular el movimiento popular. Sumiso ante los mandatos del imperialismo yanqui y con el aval del conjunto de las clases dominantes firmó la paz con el Perú y una vez más, se lesionó la soberanía e integridad territorial.

La profundización de la crisis económica, el feriado bancario y el congelamiento de los depósitos, el déficit fiscal y sobre todo a la desaforada expresión del peculado y los negociados con los dineros públicos, los paquetazos fondo monetaristas, bien pronto evidenciaron a Mahuad como corrupto e inepto y armaron a las masas de la decisión y el coraje para oponerse y luchar contra sus políticas. A través de dos levantamientos populares, en marzo y en julio de 1999 se lo obligó a retroceder en la imposición de sus medidas económicas.

Para fines de 1999 el movimiento de masas de la ciudad y el campo, social y nacional reorientó su direccionalidad hacia el derrocamiento del gobierno. Se comprendió en medio de la lucha la debilidad de Mahuad y la fortaleza del movimiento de los de abajo. La crisis política se profundizaba significativamente. Las propias Fuerzas Armadas, el Alto Mando conspiraba abiertamente.

Una vez más la política se volcaba a las calles y a las plazas, a los colectivos sindicales y gremiales; el movimiento popular, los indígenas, los partidos y organizaciones de izquierda asumían la responsabilidad de echar al gobierno. En esta oportunidad el movimiento de masas en su conjunto avanzó a plantearse el derrocamiento del Ejecutivo, el reemplazo del Congreso y la destitución de las Cortes de Justicia y consecuentemente la constitución de un gobierno alternativo. Desde la CONAIE y sus aliados se propuso la Junta de Salvación Nacional, mientras por parte de las fuerzas sindicales, gremiales, campesinas y juveniles aglutinados en torno del Frente Patriótico se levantó la tesis del Gobierno Patriótico.

Las acciones en esa dirección cobraron fuerza e intensidad el mes de enero de 2000. Las fuerzas del Frente Patriótico se expresaron combativamente en gran parte del país, los indígenas se concentraron en una plaza de Quito y constituyeron un referente general. La sociedad en su conjunto estaba conmovida. Mahuad exigía de las Fuerzas Armadas reprimir indiscriminadamente las acciones de las masas. Las fuerzas burguesas de fuera del gobierno defendían la institucionalidad y exigían rectificaciones a Mahuad y algunos plantearon su renuncia. El imperialismo norteamericano, el Presidente Clinton directamente y también la embajada respaldaba al Presidente. Los militares estaban inmersos en la crisis, el Alto Mando tenía la disposición de asumir el poder. El 21 de enero la situación dio un vuelco. Un grupo de oficiales del ejército encabezados por el Coronel Gutiérrez se sumó a los indígenas. Se tomaron el Congreso y constituyeron una "Junta de Salvación Nacional" excluyendo a las fuerzas del Frente Patriótico.

A pesar de ello, la izquierda revolucionaria y el movimiento popular apoyó esa Junta y generalizó la lucha social en todo el país. El 21 de enero se convirtió en un día de lucha política en todo el país. Las masas, en la gran mayoría de provincias, rebasando las diferencias expresadas a nivel nacional se unieron en la acción y se constituyeron gobiernos provinciales y municipales.

Los trabajadores y los pueblos del Ecuador, la gran mayoría de los partidos y organizaciones de izquierda, un grupo de oficiales rebeldes fueron los protagonistas de esta gran gesta política. Avanzaron a constituir un gobierno alternativo pero no tuvieron la consecuencia y la fuerza para afirmar esa situación. Gutiérrez y demás militares se subordinaron a la disciplina castrense, cedieron posiciones y fueron a prisión. La dirección de la CONAIE y el Pachakutik capituló y ordenó la retirada de sus fuerzas. El Frente Patriótico no tuvo la capacidad de continuar la lucha, aunque lo intentó; las masas fueron desarmadas ideológicamente por la actitud de las cúpulas de los indígenas y los militares sublevados.

Al evaluar estos acontecimientos, en su respectivo momento, la izquierda revolucionaria, nuestro Partido, asumió correctamente que se había librado una gran batalla política por la conquista del poder. El movimiento popular y nacional avanzó a grandes pasos en la comprensión de su rol y sus objetivos, fue protagonista de grandes acciones de masas, directas por su consecución. Ciertamente no avanzó a concretar su unidad en toda su extensión y necesidades, no pudo sostener sus posiciones. "Intentó conquistar el cielo y avanzó significativamente en ese propósito".

La unidad y la lucha de los de abajo, el rol de los partidos y organizaciones políticas de izquierda, la inclusión de un grupo de oficiales que tuvo buena repercusión al interior de los mandos medios y las tropas de las Fuerzas Armadas significaron un asenso cualitativo del movimiento revolucionario. No se alcanzaron los objetivos máximos propuestos, pero a pesar de ello fuimos actores de combates victoriosos. Obtuvimos un triunfo parcial y aprendimos muchas lecciones, entre ellas, la necesidad de librar la lucha social y política en todos los terrenos, de batallar por la unidad más allá de la acción, en la propuesta y los objetivos, de afirmarnos y crecer en los grandes ámbitos de los millones de trabajadores de la ciudad y el campo, entre todos los pueblos del Ecuador.

La lucha de las masas prosigue

La lucha de las masas populares continuó de manera recurrente. Se expresaba en oposición a las medidas económicas y se planteaba propuestas e iniciativas para avanzar en pos de sus objetivos mediatos. En ámbitos que rebasaban los ambientes políticos se hablaba de la perspectiva y de la lucha por el gobierno.

En enero de 2001 la juventud estudiantil, los trabajadores y los maestros fueron a las calles y protagonizaron su inconformidad con las nuevas medidas económicas. Más adelante el movimiento indio se involucró en la lucha y libró un levantamiento de carácter político que fue mediatizado por su dirección a cambio de algunas reivindicaciones puntuales. De todas formas en enero y febrero de 2001 se expresaron la continuación de las acciones de enero de 2000, la perspectiva del desarrollo del movimiento de masas.

El movimiento indio, los trabajadores y la izquierda continúan la lucha a través de las elecciones

En las elecciones seccionales de 2000 los sectores populares lograron forjar un importante nivel de unidad. La izquierda, el movimiento popular y los indígenas alcanzaron a establecer acuerdos de carácter local que les permitieron victorias parciales importantes en varias provincias y municipios.

Con miras a las elecciones generales de 2002, presidenciales, legislativas y municipales, las diversas expresiones de las fuerzas populares se plantearon trabajar por un gran frente electoral que les permita confrontar a las clases dominantes.

Fue un proceso largo y sinuoso. Los intereses de grupo pesaban más que los generales, de la tendencia y del país.

La izquierda revolucionaria, el PCMLE, el MPD, la JRE y las fuerzas sociales agrupadas en el Frente Popular se esforzaron por concretar la más amplia unidad: de las organizaciones sociales populares, sindicales y gremiales, del movimiento indio, de los militares rebeldes, de los partidos y organizaciones políticas de izquierda; es decir, de todos los actores del levantamiento popular de enero de 2000, de todos los que habíamos luchado en las barricadas, de los que pugnábamos por el cambio.

El Coronel Gutiérrez decidió organizar su propio partido político. Contó con el apoyo entusiasta de una buena parte de los oficiales rebeldes, con la simpatía y la expectativa que generó entre los sectores populares su participación en el levantamiento popular del 21 de enero y, con la colaboración financiera de varios empresarios y banqueros. El Partido Sociedad Patriótica y la candidatura Presidencial de Gutiérrez surgieron como representantes de los militares y se erigían en el eje del frente electoral alternativo, como una candidatura en ascenso.

El Partido Socialista participó activamente de los debates y se presentaba como "muy interesado" en la unidad general, sin exclusiones. En realidad trabajaba por un proyecto particular de unidad con Gutiérrez, excluyente de las demás fuerzas. En ese propósito avanzaron a suscribir un acuerdo de fusión entre el PSP y el PSE y se distribuyeron el mapa electoral, marginando a las otras fuerzas de izquierda, a los indios y al movimiento popular, pretendiendo que se sumen a ese Proyecto.

Las cosas para los socialistas no fueron sencillas. Roldós decidió lanzar su candidatura al margen de la izquierda, estableciendo acuerdos con sectores oligárquicos y conminó a los socialistas a seguirlo o se desafiliaba del partido. Envuelto en el pragmatismo, el Partido Socialista, rompió su acuerdo con la Sociedad Patriótica y se sumó al carro centroderechista de Roldós.

Pachakutik y la CONAIE participaron también en las discusiones para la constitución del frente electoral alternativo. Exhibiendo la representación de la mayoría de los pueblos indios y por consiguiente una fuerza importante pero temerosos de "ser contados" electoralmente buscaban a toda costa una alianza general que los cobije; por eso, pragmáticamente buscaron entendimientos con Roldós y con la Izquierda Democrática y fracasaron en esas pretensiones. Finalmente, imponiendo condiciones, principalmente, según ellos mismos lo hicieron público, de excluir al MPD, concertaron una alianza electoral con Gutiérrez y la Sociedad Patriótica.

La izquierda revolucionaria, al tiempo que hacía las propuestas unitarias: la estructuración de un programa anticrisis, la participación de todas las fuerzas populares y de izquierda y, deponía varias de sus aspiraciones, fortalecía sus propias fuerzas y, en la eventualidad de que no se concretaran los acuerdos, organizaba sus candidaturas presidenciales y las listas.

Las masas populares tenían grandes expectativas de que se concretaran los acuerdos electorales. Las aspiraciones de la unidad, de enfrentar juntos a la oligarquía recorrían las asambleas y los debates de los diversos sectores de los trabajadores y los pueblos. Las luchas del pasado reciente, los triunfos parciales obtenidos, la perspectiva de avanzar, iban conformando una corriente, un proyecto que venía de abajo, de la inconformidad, de la organización sindical y nacional. Ese proyecto crecía.

Era objetivo que el país y el movimiento de masas entraban en una nueva situación, cualitativamente diferente. Esa circunstancia fue valorada por las fuerzas de la Izquierda revolucionaria, por el PCMLE, el MPD, la JRE y las fuerzas del Frente Popular.

Se presentaba una disyuntiva histórica.

El proceso de acumulación en el terreno de las elecciones se había dado, de manera tradicional, mediante la participación de la izquierda revolucionaria en alianza con importantes sectores sociales y eventualmente, acuerdos electorales, de carácter local con formaciones políticas afines. En esta oportunidad fracasó la alianza a nivel presidencial. El MPD fue excluido expresamente del acuerdo Sociedad Patriótica –Pachakutik. Todo indicaba que, una vez más, las fuerzas de izquierda participarían individualizadamente.

El partido del proletariado, las otras fuerzas de la izquierda revolucionaria entendieron correctamente el curso de los acontecimientos, evaluaron el desarrollo de la tendencia popular y de izquierda, la crisis y la dispersión de los partidos de las clases dominantes, las perspectivas de crecer y desarrollar un proyecto alternativo.

Los acontecimientos se presentaban como uno de los momentos decisivos para el movimiento popular. Sumábamos las fuerzas y la tendencia democrática y popular crecía, daba un salto o, seguíamos la ruta de la acumulación propia y avanzábamos parcialmente pero se perdía una gran oportunidad para el conjunto del movimiento.

Con la percepción de que se trataba de un paso trascendental, las fuerzas de la izquierda revolucionaria agrupadas en las listas 15 de MPD-Unidad Popular, decidieron renunciar a la candidatura presidencial y apoyar desde fuera al Coronel Gutiérrez y, exhibir sus candidatos a diputados, consejeros y concejales, sin perjuicio de alcanzar acuerdos locales.

Se trató de una definición histórica, por primera vez ocurría una situación así. Las razones para esta línea de acción tienen que ver con la voluntad de adelantar el proceso de acumulación de fuerzas:

En esa oportunidad, esa decisión fue entendida por la gran mayoría de las fuerzas integrantes de la Unidad Popular – MPD y participamos activamente en la campaña electoral. Nuestra decisión fue además aceptada por sectores de masas más allá de nuestras fuerzas y ámbitos de influencia, que la calificaron como una actitud de principios, sin demandar nada a cambio, propiciando la unidad en los hechos y no solo en los discursos.

Por su parte, los diversos sectores de las clases dominantes se aprestaban a dirimir sus posiciones en las elecciones generales. Los partidos políticos burgueses más importantes estaban inmersos en la crisis general de la sociedad. Tenían el propósito central de dar curso a la democracia representativa, de asegurar a través de ella, la continuidad de la institucionalidad burguesa. Temían al movimiento de masas pero contaban con los recursos ideológicos, políticos y materiales para participar en la contienda de manera victoriosa.

El descrédito del Congreso, del Gobierno, de las Cortes de Justicia y de todos los órdenes de la institucionalidad iba de la mano con el crecimiento de la conciencia de las masas, de la afirmación de sus organizaciones sociales y del dinamismo de la izquierda. En estas condiciones, las elecciones se presentaban claramente como una confrontación entre las fuerzas populares y la oligarquía.

Las diversas tiendas políticas de la burguesía, el Partido Social Cristiano, la Izquierda Democrática, el Partido Roldosista Ecuatoriano, el recién constituido Partido Renovador de Integración Nacional de Álvaro Noboa, la Democracia Cristiana, etc., establecieron la estrategia de participar por separado, pretendiendo llegar a la segunda vuelta electoral y enfrentar a la izquierda, los indios y los militares, y derrotarlos con todo el aparato del sistema.

La magnitud de la crisis y su voluntad de ser usufructuarios de ella impidió a la derecha y al centro político establecer alianzas y frentes sólidos. Se presentaron diversas opciones electorales de las clases dominantes. El Partido Social Cristiano y el PRE exhibieron candidaturas presidenciales de segundo orden, puesto que, sus principales líderes no estaban en condiciones de participar con alguna opción de triunfo y prefirieron evitar su desgaste. La Izquierda Democrática participó con la candidatura de su líder histórico (el único de importancia). Álvaro Noboa y su partido el PRIAN participaron con los millones y la expectativa de haber sido derrotados por el fraude hacía cuatro años. León Roldós, después de quebrar la unidad de la izquierda construyó una plataforma electoral variopinta que incluía al menguado Partido Socialista, el partido derechista de la Democracia Cristiana, Fuerza Ecuador (pro fascista), el Partido Conservador, el CFP y una sarta de "independientes". Se presentaron también, otras candidaturas marginales.

El proceso electoral se desenvolvió intensamente. Las diversas candidaturas de las clases dominantes se emplearon a fondo. Gastaron ingentes sumas de dinero que sobrepasaron los límites impuestos por la ley electoral. La demagogia y las ofertas de todo tipo llegaron a través de la televisión, la radio y los contactos directos.

Los resultados de la primera vuelta electoral constituyeron una novedad. El primer lugar fue alcanzado por el Coronel Gutiérrez con el 20% y en segundo lugar Álvaro Noboa con el 17%. Otras cuatro candidaturas burguesas: Roldós, Bucaram, Borja y Neira tenían votaciones entre el 16 y el 12%. Por primera vez en la historia del país, la segunda vuelta electoral no se planteaba entre dos tiendas burguesas. Ahora era entre la candidatura apoyada por los sectores populares y de izquierda y, el candidato de la fortuna más grande del país, que sin embargo, no tenía la confianza del conjunto de los grupos de poder. Todo esto demostraba una gran fragmentación de las candidaturas de la burguesía y un buen nivel de unidad de las fuerzas populares.

La votación de Gutiérrez representaba la inconformidad, el anhelo de cambio, la fuerza de los de abajo, la esperanza de millones. Personalmente el Coronel alcanzó el 20% del electorado. En las elecciones pluripersonales su partido, la Sociedad Patriótica, alcanzo el 4.16%, el Pachakutik, el 5.22% y el MPD que apoyó desde fuera, el 5.08%.

Si restamos la aportación del MPD, la votación de Gutiérrez se reducía al 15% y por consiguiente no pasaba a la segunda vuelta electoral. Esto quiere decir que la votación de la izquierda revolucionaria fue determinante para el triunfo en la primera vuelta.

De otro lado la decisión de la izquierda revolucionaria de apoyar a Gutiérrez significó también la consolidación y desarrollo de su electorado. Alcanzamos uno de los objetivos propuestos, rebasar el 5% requerido por la ley electoral. Esto porque las banderas unitarias, de apoyo a la tendencia, se revertieron a favor de las listas del MPD; pues una buena parte de las masas vieron en esa posición, una política justa y certera y optaron por ella.

La votación de las listas de Pachakutik, Sociedad Patriótica y el MPD no se diferencian significativamente. El MPD queda a 15 céntimas del Pachakutik y supera en casi un punto (0.92) a Sociedad Patriótica. El Partido Socialista alcanza apenas un poco más del 1%. Sin embargo el PK tiene 10 diputados; la SP cuenta con 5; el MPD 3 y, el PS también 3. Esta situación se explica como consecuencia de la distribución electoral establecida por la Ley y, porque las fuerzas de la izquierda revolucionaria se expresan a escala nacional y por tanto en todas las provincias, pero sin alcanzar en la mayoría de ellas, la magnitud necesaria para elegir diputados. Es una cuestión a resolver en la teoría y en la práctica. Se trata de trabajar por afirmarse en las localidades pero también por crecer a nivel nacional. Para ello es indispensable consolidar un liderazgo nacional que se sustente en la organización y los representantes provinciales.

El curso de la campaña electoral desarrollada por nuestras fuerzas, confrontativa con la oligarquía y la derecha, contra el imperialismo; levantisca, de masas y unitaria, una vez más expresó la naturaleza de la izquierda, se proyectó a importantes sectores sociales; afirmó nuestra base social y llegó a otros ámbitos populares. Los objetivos políticos y organizativos propuestos, el fortalecimiento de la tendencia y el crecimiento de las fuerzas propias de la izquierda se cumplieron, en gran medida, en este proceso electoral.

Un rasgo característico de la campaña electoral fue la participación de las masas. Una buena porción de los trabajadores y los pueblos hicieron suya la propuesta alternativa, se sintieron representados por Gutiérrez y resistieron toda la ofensiva propagandística de los grandes medios de comunicación.

El Coronel Gutiérrez al tiempo que se erigía como representante de la tendencia popular y de izquierda, como expresión de la rebeldía y de los militares sublevados, como un político nuevo que planteaba el combate a la corrupción y prometía cambios trascendentes, como alternativa al pasado y al presente; representaba también la debilidad de la izquierda y del movimiento indio.

Esto quiere decir que la orientación asumida fue de naturaleza revolucionaria, justa y oportuna tal como los hechos y la práctica social lo corroboraron. El proceso mismo de la campaña y los resultados de ella son demostrativos.

La segunda vuelta electoral fue una batalla política que se definió por la naturaleza de los protagonistas: Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa. El primero representaba la emergencia de las masas populares, del movimiento indio y de la izquierda y, el segundo, a un grupo económico de carácter monopólico. La contienda fue enconada. La campaña anticomunista y racista de Noboa, que atacó duramente al MPD y nuestro Partido, no fue suficiente para detener el apoyo de las mayorías a favor del Coronel. El triunfo fue relativamente holgado.

Esta victoria formaba parte también de una corriente que en América Latina producía resultados diferentes a los tradicionales en los procesos electorales. Fuerzas y candidatos de izquierda y alternativos se abrían paso por sobre los designios de la derecha. Chávez triunfó en Venezuela y ha sido ratificado en varias ocasiones, por nuevos eventos electorales conformando un gobierno diferente que se enfrentaba al imperialismo y a la derecha corrupta de su país apoyándose en las masas empobrecidas. En Brasil la candidatura de Lula alcanzaba la victoria luego de más de treinta años de lucha electoral y auguraba una nueva situación en el gigante sudamericano. Poco antes, el Frente Farabundo Martí alcanzaba la victoria en las elecciones municipales de El Salvador y se convertía en la primera fuerza. En Bolivia, la candidatura campesina de Evo Morales, al alcanzar la segunda mayoría ponía en aprietos la institucionalidad, demostraba un avance importante de las fuerzas populares. En Uruguay las expectativas del crecimiento del Frente Amplio plantean la eventualidad de su triunfo en las próximas elecciones.

Todo esto, a pesar de las dificultades y debilidades que puedan enumerarse, significa un cambio de rumbo de la correlación de fuerzas. Los tiempos omnipresentes de la derecha política están terminando, se están abriendo paso posiciones alternativas, populares, indígenas, democráticas y de izquierda.

Esta situación es consecuencia del desenvolvimiento de la lucha de los trabajadores, de que el reflujo quedó atrás. Los levantamientos populares de Ecuador, Argentina, Paraguay y Bolivia; la lucha política contra la corrupción en Perú, Nicaragua; las huelgas obreras de Argentina, Chile, México; las movilizaciones juveniles de casi todos los países; el avance del movimiento de masas y guerrillero de Colombia, son las principales manifestaciones de que el movimiento de los trabajadores y los pueblos, contra la opresión y explotación capitalista, por su liberación social y nacional está pasando, de manera generalizada, en el continente latinoamericano, de la recuperación inicial a los niveles de un ascenso sostenido.

Esta afirmación no niega, de ninguna manera, los momentos de inflexión que pueda tener la lucha de las masas, el movimiento de la izquierda. Esos son los zigzag del proceso. Lo fundamental a nuestro juicio, es entender, que en la región se abrió un periodo de la lucha de las masas que devendrá, desde luego, de manera desigual, en una nueva oleada revolucionaria.

Los resultados electorales y sus consecuencias políticas

La victoria presidencial de Gutiérrez despertó grandes expectativas entre las masas populares de la ciudad y el campo. Los pueblos indios creyeron que habían llegado a conducir el gobierno, mientras las ilusiones de que se produzca el cambio largamente anhelado se presentaron como una probabilidad para la gran mayoría de los ecuatorianos.

El imperialismo y las oligarquías entendieron el mensaje de los de abajo y se propusieron domesticar a Gutiérrez. Transformar la victoria de los pueblos en la afirmación de su dominio.

El nuevo Gobierno se encontraba en una encrucijada histórica: era consecuente con su propuesta electoral, con la base social que lo eligió, con los pueblos indios y el movimiento sindical de los trabajadores y la juventud, con su pasado reciente, la rebelión contra la ineptitud y corrupción de Mahuad, con los meses de prisión impuestos por la vindicta de las Fuerzas Armadas. O, se prosternaba ante los designios de la embajada norteamericana, a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, a los intereses de las clases dominantes, de los empresarios y banqueros, de los corruptos que prometió combatir.

En el primer caso, contaba con un gran movimiento de masas que estaba dispuesto a apoyar las medidas transformadoras, que había dado muestras de fuerza, de su decisión de luchar y que había sido engrosado por otras centenas de miles de pobres que se adherían al proyecto; tenía una base de sustentación política con autoridad y fuerza de masas, la CONAIE y el Pachakutik, el movimiento de los trabajadores y la juventud, la izquierda revolucionaria, sus partidos y organizaciones; contaba con la simpatía de los trabajadores y los pueblos del continente. Es decir existían las condiciones objetivas y subjetivas para que se profundice y desarrolle un proceso de acción y lucha de las masas, para que se avance, no sin tropiezos, desde luego, hacia los objetivos del cambio que se propuso en la campaña electoral y que eran aspiración de la mayoría de los ecuatorianos.

La segunda alternativa significaba renegar de sus propias propuestas, entregarse a las mismas clases que habían gobernado el país, a los designios del imperialismo norteamericano, de los empresarios y los bancos extranjeros, del Fondo Monetario Internacional, es decir convertirse en uno más de los gobiernos burgueses que habían asolado el país.

La presión de los de abajo era importante, pero no estaba suficientemente cohesionada (aunque podría haberse producido esa situación), representaba una oportunidad histórica para los trabajadores, los pueblos y el país. Pero, evidentemente la fuerza de los sectores populares tenía límites que se expresaron visiblemente en los primeros seis meses de gobierno.

La presión de los de arriba, del imperialismo y sus sirvientes, contaba y cuenta con poderosos recursos ideológicos, políticos y materiales; con las Fuerzas Armadas y todo el peso de la institucionalidad burguesa, con la mayoría legislativa, con el apoyo de la cúpula de la iglesia católica; con las sanciones económicas de los organismos internacionales, con las amenazas y chantajes; en fin, con todo el peso de la tradición.

El gobierno de Gutiérrez estaba colocado en el centro de la disputa. Dada su naturaleza de clase se encontraba en un vaivén. La encrucijada histórica de la que hablamos arriba encontraba en Gutiérrez a un personaje indeciso que no acababa de tomar partido, o mejor, que pretendía contentar a todos.

Las fuerzas sociales y políticas en los primeros seis meses de gobierno gutierrista

La gran mayoría de los trabajadores organizados, las diversas expresiones del movimiento sindical; los campesinos mestizos, indios y negros; los sectores sociales nucleados en los gremios de servidores públicos y de maestros; los pobladores pobres de las ciudades y los comerciantes minoristas; amplios sectores populares no organizados; los militares de baja graduación en retiro y los parientes de los militares en servicio activo; la intelectualidad progresista; la gran mayoría de los pueblos indios, constituían la base social que trabajó activamente por el triunfo electoral de Gutiérrez.

Las organizaciones y partidos políticos legalizados que trabajaron en esa misma dirección fueron:

El Partido Sociedad Patriótica 21 de enero (PSP), el Movimiento Pachakutik (PK), el Movimiento Popular Democrático (MPD).

Otros partidos y organizaciones políticas de izquierda que no tienen registro electoral se involucraron activamente en el proceso: el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador (PCMLE), la Juventud Revolucionaria del Ecuador (JRE), el Partido Comunista del Ecuador (PCE).

Fundamentalmente, fueron tres expresiones políticas, las que se involucraron activamente en la Campaña y luego en el gobierno.

El PSP, fue constituido para participar en las elecciones, por la acción y el liderazgo de Gutiérrez. Es una organización política proveniente de la pequeño burguesía, constituida principalmente, en sus cuadros directivos nacionales y provinciales, por los oficiales sublevados el 21 de enero, por otros oficiales de las Fuerzas Armadas y de la policía en retiro, por algunos ex izquierdistas y otros tantos políticos desgajados de los diversos partidos burgueses. La base social del PSP está constituida por un apreciable sector de las masas populares, principalmente por aquellas que no pertenecen a la organización sindical y gremial, por los militares y policías de baja graduación en retiro, por los familiares de los soldados y policías.

El PSP es un partido constituido bajo la sombra de un caudillo, está hecho para los intereses y propósitos de ese personaje. Se trata de un partido vertical, en el que se toman las decisiones en un pequeño círculo, y que, además requieren ser avaladas y confirmadas por el Coronel Lucio Gutiérrez. Desde un inicio se marcó esa naturaleza y ese estilo de trabajo. El PSP está hecho a la medida de Gutiérrez.

Como consecuencia de la coyuntura histórica en la que surgió, el PSP aglutinó diversas corrientes ideológicas y políticas: posiciones patrióticas y nacionalistas, democráticas y progresistas, inclusive de izquierda (moderada y nacional, como decían sus portavoces); posiciones centristas, eclécticas que pretendían convertirse en el eje aglutinante de todos, pragmáticas y oportunistas; posiciones derechistas y reaccionarias, anticomunistas que pretendían medrar del carisma de Gutiérrez y avanzar para ganar posiciones en el PSP. Objetivamente, era y es imposible la convivencia en una sola organización de esas diferentes posiciones políticas. Una de ellas, tenía que ganar la hegemonía y subordinar y /o depurar a las otras. En realidad, en el PSP se impuso la ideología pequeño burguesa del oportunismo, de la subordinación a los intereses y la ideología del imperialismo. Desde su inicio se constituyeron diversos grupos que trabajan y defienden sus intereses propios. Son círculos obsesionados por medrar del poder y de las prebendas materiales de la cosa pública. El país fue testigo de enconadas controversias entre diferentes grupos del PSP, que no han cesado y que continúan expresándose, aunque ya, bajo el control de Gutiérrez y su círculo más íntimo, sus familiares y allegados.

Los revolucionarios proletarios tuvimos, en lo fundamental, claridad sobre estas cuestiones, dijimos: "Una organización de esta naturaleza, por si sola no puede conducir el país hacia su transformación. Incluso si las propuestas y políticas de la Sociedad Patriótica y de Gutiérrez continúan a la hegemonía del proceso, éste se mediatizará, se convertirá en una nueva frustración para las masas" y más adelante: "La posibilidad de que la Sociedad Patriótica se inscriba en el proceso de cambio pasaba porque el movimiento de masas, su lucha y las posiciones políticas de la izquierda tengan suficiente magnitud para empujarlas hacia delante".

Pachakutik es un movimiento político de carácter social y nacional. Su base principal está constituida por la gran mayoría de los pueblos indios, principalmente por aquellos que hacen parte de la CONAIE. Se integran también importantes sectores de los trabajadores y empleados públicos, de la juventud y la intelectualidad. Su conformación data de varias décadas atrás, es resultado del trabajo de la iglesia católica, de las ONGs y fundaciones; de la recuperación de una propuesta nacional que rebasó los espacios de la lucha por la tierra que venían librando los indígenas por centurias. En Pachakutik se integraron, desde siempre, un apreciable número de militantes de las organizaciones y partidos políticos de izquierda revolucionaria, también reformistas y socialdemócratas.

Para la constitución de Pachakutik concurrieron las bases indígenas, la comunidad, sus problemas y aspiraciones; la dirección comunal destacada en la lucha por la tierra y promovida y formada por la izquierda, pero también por representantes reformistas de la iglesia católica. Asistió también un núcleo de intelectuales indios formados en las universidades nacionales y extranjeras, de Europa y Canadá, usufructuarios de becas canalizadas por la iglesia y las ONGs. Esa intelectualidad asumió posturas en defensa de los intereses nacionales de los pueblos indios, se integró a la lucha social y conformó varios años antes, junto a los líderes comunales, la CONAIE.

Por la composición social, por la procedencia de clase de su dirección, por sus concepciones y su práctica, Pachakutik es una organización política de la pequeño burguesía. Pretende constituir un "movimiento" en el que coexistirían diversos grupos y corrientes políticas e ideológicas. En realidad la ideología y las políticas hegemónicas, en su interior, corresponden a las concepciones de la Socialdemocracia. Él mismo se autodefine como un movimiento político de centro izquierda pero en los hechos, al interior del PK existen algunas otras corrientes, existen posiciones etnocentristas que tienen un gran peso, posturas reaccionarias y derechistas, y también posiciones de izquierda revolucionaria.

El PK es una organización fogueada en la lucha social y política, junto con otros sectores populares y las fuerzas de izquierda ha protagonizado las más importantes batallas políticas de los trabajadores y los pueblos del los últimos 14-15 años. Tenía y aún conserva, en buena medida, una simpatía del pueblo mestizo, de los trabajadores y de la juventud; un respeto y expectativas por parte de la opinión pública en cuanto a sus ejecutorias políticas y administrativas. Representa para la gran mayoría de los ecuatorianos la expresión de los pueblos indios, su reincorporación a la vida del país, después de 500 años de opresión y vasallaje.

La propuesta política de PK plantea la refundación del país. Entienden este presupuesto como la incorporación de los pueblos indios al Estado ecuatoriano actual, la vigencia de sus derechos nacionales y económicos. El cambio preconizado no plantea el derrocamiento del capitalismo como sistema social y su sustitución por el socialismo. La revolución social, la unidad con los trabajadores de la ciudad y el campo, la convergencia de los intereses nacionales de todos los pueblos del Ecuador y el derrocamiento de la expoliación imperialista no están presentes en su programa. En esencia, se trata de una organización política reformista.

"Para que el proceso (el gobierno de Gutiérrez) se desenvuelva hacia los objetivos transformadores, para que Pachakutik se inscriba integralmente en él, es necesario que las posiciones de izquierda y revolucionarias que existen en su interior, se consoliden y avancen, y un día puedan tener la dirección de él" . Que el movimiento de masas, la fortaleza de la izquierda y del partido del proletariado sean de tal magnitud que puedan fortalecer y empujar el proyecto emancipador de los trabajadores y los pueblos del Ecuador.

La izquierda revolucionaria, las fuerzas sociales y políticas lideradas por la clase obrera y su partido constituyen una importante franja del movimiento social y político del país; están presentes a lo largo y ancho de la Patria, inciden de manera significativa en la vida de la sociedad. Son fuerzas en desarrollo, pero todavía débiles y pequeñas. Se plantean organizar y hacer la revolución, derrocar el poder del imperialismo y los capitalistas e implantar el poder popular y el socialismo.

Teniendo en cuenta sus objetivos estratégicos, en el propósito de acumular fuerzas revolucionarias para asaltar el poder, participan activamente en la organización y la lucha de los trabajadores y campesinos, de los maestros, los pobladores pobres y los pequeños comerciantes, de la juventud estudiosa, de la intelectualidad progresista por sus derechos inmediatos, en contra de la opresión y explotación capitalistas; han estado presentes y lo continúan haciendo, en todos los combates de clase. Por supuesto, también en la lucha electoral para acumular fuerzas y disputar las masas a la burguesía y al oportunismo.

La izquierda revolucionaria por si sola está incapacitada de llevar a la victoria el proceso revolucionario, requiere unirse al grueso del movimiento popular y nacional que se viene gestando en el país. Tiene la razón histórica, cuenta con una línea política básicamente correcta y por ende las condiciones para participar positivamente en el proyecto alternativo.

"Tiene la responsabilidad de crecer para asumir posiciones determinantes, debe esclarecerse a sí misma y contribuir a la concientización de los otros sectores, debe trabajar con más dinamismo y pericia para ir conquistado el liderazgo de los trabajadores y los pueblos del Ecuador".

"La hegemonía política de la clase obrera es la condición indispensable para avanzar en cualesquiera de las circunstancias por las que atraviese el movimiento popular. Si no existe esa hegemonía, ocurrirá simplemente, que otra política, otra concepción, otra propuesta será la determinante. Existirá la hegemonía de otra clase social"

Todo esto quiere decir que la condición para que el proyecto alternativo se desenvuelva en sus propuestas originales pasaba porque la clase obrera y su partido tengan la suficiente claridad de miras, elaboren una justa política, ajustada a la estrategia de la conquista del poder y flexible en la táctica, que tenga en cuenta la problemática social y la correlación de fuerzas y que, fundamentalmente cuente con la suficiente fuerza de masas, que sustente y lleve adelante esas orientaciones. Esa política surge desde los intereses de la clase obrera y debe ser confrontada con la vida, con la lucha de las masas, con la situación política cambiante y compleja.

Los militares rebeldes

Las Fuerzas Armadas fueron siempre el sostén de la dominación de feudales y burgueses. En algunos momentos ejercieron directamente el poder. Fueron siempre árbitros de la institucionalidad. La historia republicana fue y es escenario de ciclos de dictaduras militares y de gobiernos civiles. Los últimos veinte y tantos años de democracia representativa, constituyen el período más largo sin dictaduras militares.

De hecho, en el interior de las Fuerzas Armadas se expresan los intereses de los diversos grupos de las clases dominantes; también se evidencian las diferencias clasistas de la sociedad, los privilegios, las prebendas y, la discriminación y el mal trato.

Después del triunfo de la Revolución Cubana, el imperialismo norteamericano multiplicó sus esfuerzos para asegurarse el dominio de las Fuerzas Armadas en todos los países del continente. Se reformuló la doctrina de la Seguridad Nacional, se las indoctrinó en el anticomunismo, en los hechos se las convirtió en fuerzas de ocupación al servicio de los designios del Pentágono que se reservó el derecho exclusivo de su adiestramiento y tecnificación. Oficialmente, las fuerzas armadas son no-deliberantes, están subordinadas a la Constitución y al poder civil. En realidad siempre estuvieron politizadas, al servicio del sistema, como guardianes del "orden".

Para el análisis serio, está claro que las fuerzas armadas no están encerradas en una urna de cristal, completamente inoculadas de los vaivenes económicos, sociales y políticos por los que atraviesa la sociedad. Si la crisis conmueve los cimientos del sistema capitalista es lógico que se exprese al interior de las Fuerzas Armadas. Si las ideas reaccionarias y anticomunistas se legitiman en su interior a base de la imposición y la "educación", es un hecho que las ideas de los de abajo, las propuestas libertadoras que se elaboran y tienen vigencia en el movimiento de masas repercutan en el seno de la milicia. Es posible que el patriotismo y ciertas posiciones nacionalistas puedan tener asidero en ciertos ámbitos de las fuerzas armadas. Esto quiere decir que los revolucionarios debemos propagar nuestras ideas, también entre las fuerzas armadas.

El marxismo es suficientemente enfático, las Fuerzas Armadas tienen carácter de clase. Institucionalmente son la expresión de la violencia de las clases dominantes para explotar y someter a las clases subordinadas. A pesar de esa realidad, el marxismo sostiene la necesidad y la posibilidad de descomponer a las fuerzas armadas, a partir de las contradicciones de clase que se generan en su interior. La historia de todos los procesos revolucionarios victoriosos y también de importantes jornadas de lucha liberadora no triunfantes, demuestra la eventualidad de que algún sector de las fuerzas armadas opte por las posiciones del pueblo, de la nación y el país.

En las Fuerzas Armadas ecuatorianas, de vez en vez se han hecho presentes pequeños grupos de oficiales y de tropa que se identifican con los intereses democráticos y patrióticos de las masas. Generalmente esas posturas son efímeras, pronto se institucionalizan. Inclusive algunos (muy pocos) gobiernos militares han exhibido algunas poses democráticas. Tal es el caso del General Alberto Enríquez y algunas de las medidas del General Rodríguez Lara

Estas son cuestiones objetivas, los revolucionarios proletarios debemos tenerlas en cuenta para el análisis y para la elaboración de la política.

Los coroneles que se sublevaron el 21 de enero de 2000 y que se involucraron en el gran levantamiento popular estuvieron animados por posturas éticas, por su oposición a la corrupción, por posiciones democráticas, de sensibilidad ante el sufrimiento de los indios. En el proceso fueron asumiendo posiciones más avanzadas. La decisión de Gutiérrez por acceder a la presidencia de mano con las fuerzas populares, con los indios y con la izquierda es una evidencia de esas posiciones. Podía unirse a la derecha o al centro y también tenía las posibilidades de triunfar en las elecciones. Cierto que estaba en curso un movimiento de masas en alzada y que constituía la condición externa para la decisión del Coronel. Es eso precisamente, lo que ocurre en los períodos de auge de la lucha de las masas. Una parte de las fuerzas y personas que se incorporan lo hacen en el tren que avanza, que se dirige a la meta; no siempre son oportunistas, tienen el legítimo derecho de alcanzar la victoria y pueden calificarse en la lucha. Gutiérrez fue producto de la historia, del movimiento popular e indígena, de la acción de la izquierda. Como señalamos antes fue una de las expresiones de los de abajo, pero, representó también, la debilidad de la izquierda y del movimiento indio y popular.

Varias personas, apoyadas en las oscuras experiencias de las dictaduras militares, del triste rol del General Vargas Pazos y del Coronel Gutiérrez sostienen que es equivocado confiar, creer en los militares y mucho menos pensar que harán el cambio social que exige el pueblo y el país. Esas opiniones son correctas. Ningún Mesías, ni civil ni militar será el protagonista de la transformación social. "La liberación de los trabajadores obra tiene que ser de los mismos trabajadores" y "sólo el pueblo salva al pueblo" son expresiones contundentes, probadas por la historia de la humanidad. Sin embargo, esto no quiere decir que la lucha de liberación deje de tener en cuenta la eventualidad de la participación en ella, de algún grupo de militares de los ejércitos represivos. Los revolucionarios debemos tener clara esta cuestión y no equivocarnos. Analizar cada caso, desde nuestra posición de principios, de manera concreta, en las condiciones históricas y políticas que se produce.

La caracterización del primer gobierno de Gutiérrez

Por su origen, por sus propuestas políticas, por la base social de sustentación, por la presencia de varios partidos y organizaciones políticas de izquierda, el gobierno de Gutiérrez era diferente, en sus inicios, a todos los gobiernos anteriores.

En los primeros seis meses, en un período relativamente corto, ese gobierno cambio de naturaleza, se convirtió en una más de las administraciones neoliberales, al servicio incondicional del imperialismo, los empresarios y banqueros.

Esto quiere decir que en política existen dos gobiernos del Coronel Gutiérrez. En este acápite nos interesa analizar las características del primero.

Para las amplias masas de trabajadores, para los pueblos mestizos, indios y negros el gobierno de Lucio Gutiérrez representaba la posibilidad de que se comiencen a dar los cambios sociales y económicos que demandaban desde hace mucho. Una gran mayoría de los ecuatorianos pobres alentó la esperanza de que puedan atenderse sus urgentes problemas y necesidades, la salud, la educación, el empleo.

El gobierno venía precedido de un levantamiento popular, de la lucha de los indios y campesinos, de los trabajadores y la juventud; venía de confrontar a la derecha y a la oligarquía en una dura contienda electoral, había hecho propuestas de carácter popular y democrático. En realidad, esa percepción de las masas, tenía bases objetivas, se sustentaba en la realidad.

Desde el punto de vista de clase (del proletariado), desde una óptica marxista-leninista, el gobierno del Coronel era resultado de una alianza de las clases trabajadoras y de los pueblos, expresada en la confluencia de las más importantes organizaciones sociales y sindicales, de la juventud, de las diversas organizaciones nacionales de los indios y los negros, de los militares sublevados el 21 de enero de 2000, de una franja significativa de la intelectualidad progresista, de la mayor parte de los partidos y organizaciones de izquierda.

Esa alianza social y política se hizo en torno a la candidatura presidencial del Coronel Gutiérrez, por tanto, estaba liderada por él y su partido. Esto quiere decir que la hegemonía en ese frente estaba en manos de un sector de la pequeño burguesía.

La pequeña burguesía es una de las clases trabajadoras de la sociedad ecuatoriana de nuestros días. Es una clase trabajadora por cuenta propia, posee un fragmento limitado de la propiedad de los medios de producción, es usufructuaria, en todas sus capas y sectores, de la plusvalía generada por los obreros y campesinos.

La pequeño burguesía cuenta con un proyecto propio, erigirse en clase dominante, escalando posiciones económicas y políticas, pretendiendo acceder a la burguesía. Por lo general la pequeño burguesía opta por posturas centristas y derechistas; sus sectores radicalizados pueden asumir definiciones progresistas, democráticas, de izquierda e inclusive revolucionarias. En lo fundamental, la pequeño burguesía se coloca de lado que sopla el viento, si la fuerza de los de abajo se afirma y crece, puede constituir parte del proceso; si las presiones de los de arriba, de la derecha tienen grandes magnitudes, es susceptible de prosternarse ante ellas y renunciar inclusive a sus aspiraciones como clase, para ocupar un sitial en el engranaje institucional.

Lucio Gutiérrez, personalmente, hace parte de la pequeño burguesía. Es un personaje que se sobrevalora a si mismo. Se considera el "primero", en el deporte, en matemáticas, en técnicas militares, es ingeniero, profesor y rector universitario. Quiere ser "el mejor de los presidentes". Estas características de la personalidad del Coronel, la sublevación, la cárcel, la campaña electoral lo dotaron de un alto grado de egocentrismo. Se cree el eje del país y, sus conmilitones, le hacen un coro de cortesanos en su derredor.

Conceptualmente Lucio Gutiérrez jamás se propuso el cambio, sostenía que no era ni de izquierda ni de derecha y se negó a mantener importantes aspectos programáticos desde la segunda vuelta electoral. La izquierda revolucionaria tuvo clara esa situación desde siempre y se involucró en el proyecto con el propósito de avanzar en el proceso de acumulación de fuerzas.

Todo esto significa que si bien la alianza social y política que triunfó en las elecciones integraba a las clases trabajadoras, por estar dirigida por la clase de la pequeño burguesía, por una personalidad como la del Coronel Gutiérrez, no constituyó un gobierno que represente íntegramente los intereses de los trabajadores y de los pueblos. Por tanto no se trataba de un gobierno popular y mucho menos, revolucionario.

Al primer gobierno del Coronel Gutiérrez lo caracterizamos como un gobierno democrático con manifestaciones patrióticas debido a la naturaleza de las fuerzas sociales que lo condujeron a la victoria; por qué se originó en la lucha, en la acción del movimiento popular y de los indios; por qué integró en su proyecto a una buena parte de los partidos y organizaciones de izquierda; por qué levantó y defendió una propuesta gubernamental que preservaba y defendía los intereses de las masas trabajadoras, de los pueblos indios y del país; por qué proclamó la decisión de no involucrarse en el Plan Colombia, de revisar la concesión de la base de Manta.

La participación de la izquierda revolucionaria en el gobierno de Gutiérrez

Una vez electo, Lucio Gutiérrez planteó gobernar con todos y para todos y en consecuencia, con esta concepción organizó el gabinete ministerial.

Dividió responsabilidades ministeriales entre el PSP y PK. Entregó el Ministerio de Economía y Finanzas a un conocido funcionario y representante del Fondo Monetario Internacional, y ofreció el Ministerio de Ambiente al MPD, que lo aceptó.

La izquierda revolucionaria entendió que era necesario involucrarse en el nuevo gobierno; que no era justo ni serio marginarse, pretextando la defensa de los principios. A sabiendas de la dualidad de Lucio Gutiérrez y de los riesgos que corría el movimiento de masas y el proyecto de emancipación era una necesidad histórica continuar la lucha, ahora, en la condición de ser parte de un gobierno que no era nuestro, ni de la izquierda ni del pueblo. En el propósito de impulsar los principios en las condiciones concretas, era revolucionario participar en esas responsabilidades.

Delineamos las líneas maestras de la política:

Entendimos, sobre todo, que la política revolucionaria debía tener en cuenta, la situación del país y del movimiento de masas, la correlación de fuerzas sociales y políticas; la política del imperialismo, pero también la situación de avance de las fuerzas de los trabajadores y los pueblos en escala internacional; y, principalmente, que debía hacerse con las masas y para las masas.

Nos planteamos trabajar porque las masas sean las protagonistas del proceso político que se desarrollaba, por prevenir y combatir el burocratismo. Nos propusimos que los sectores sociales con los cuales veníamos trabajando se conviertan en una columna que tenga la capacidad y la decisión de fortalecer el proyecto general, de esclarecerlo y sobre todo, potenciarlo. Al tiempo que subordinamos la parte al todo, entendimos que ese todo debía integrar a la parte, es decir que los intereses inmediatos y mediatos de los sectores de masas que integran la base social de la revolución debían ser considerados, tenidos en cuenta en el Proyecto. Siempre defendimos los derechos y los intereses de los trabajadores y los pueblos, principalmente de aquellos sectores en los que tenemos responsabilidades.

La experiencia al interior del gobierno permitió a los revolucionarios realizar una labor dirigida por la estructura política, de cara a las masas, planteando diferencias con las gestiones anteriores y ganando prestigio en el país. A pesar de las limitaciones propias y de las generadas por el mismo Gobierno, se dejó una huella, tanto en instancias nacionales cuanto en las locales, demostrando a muchos que habían creído en las infamias que se dice en la gran prensa sobre el MPD, que la izquierda revolucionaria tiene plena capacidad para gobernar, realizar e impulsar propuestas y hacerlo con honestidad y poniendo por delante los intereses de los trabajadores y los pueblos del Ecuador. Esta labor aportó significativamente a la acumulación de fuerzas revolucionarias.

Los primeros seis meses de gobierno

Desde que triunfó, Lucio Gutiérrez habló de gobernar con las reglas de juego del sistema, del Fondo Monetario Internacional, de la embajada norteamericana. De "honrar las deudas y compromisos del país". Así mismo durante los primeros seis meses no dejó de reiterar de manera general sus promesas de cambio, de atención a los pobres.

El Coronel estuvo siempre presionado por las masas populares de un lado y por las oligarquías y el imperialismo por otro. Los trabajadores y los pueblos exigían el cumplimiento de las propuestas electorales, querían respuestas a sus apremiantes necesidades. El FMI y la derecha exigían definiciones, querían un gobierno consecuente con sus intereses y se fijaron el objetivo de cambiar el rumbo del proyecto. Nosotros, los revolucionarios proletarios sostuvimos la necesidad de fortalecer las exigencias de las masas, de encabezar la lucha por su cumplimiento; no renunciamos, mientras era posible, al objetivo general de adelantar el proyecto.

Esta disputa se planteó agudamente en este lapso de seis meses:

Gutiérrez, su equipo de finanzas y su partido aplicaron, de manera gradual, pero dócilmente las órdenes del FMI y del Presidente Bush. Se sucedieron así, la Carta de Intención y los acuerdos con el FMI; el paquetazo de elevación de precios de los combustibles, pasajes y tarifas; la congelación de salarios; la disminución del presupuesto de la educación y la salud; la alineación del país a las propuestas norteamericanas del Plan Colombia; la declaración del respeto a la entrega de la base de Manta. Simultáneamente se iba conformando un grupo de allegados que hacían y deshacían en el gobierno, que imponían el nepotismo, la arbitrariedad y la ineptitud entre los servidores públicos y los mandos administrativos.

La dirección de Pachakutik y de la CONAIE fueron puntuales en la crítica a todas las políticas y decisiones antipopulares y antinacionales, a las arbitrariedades. Por su lado la izquierda revolucionaria, su dirección, los representantes populares electos al Congreso, el Ministro de Ambiente, y el Asesor Presidencial, todos los voceros del movimiento de masas fueron frontales en la oposición a esas medidas contra los trabajadores.

Las fuerzas sociales integradas en el Frente Popular, los estudiantes de la FESE y de la FEUE, los maestros y los campesinos organizados en la FEUNASC, UCAE y Jatarishum salieron a las calles, expresaron combativamente su oposición a esas medidas y reclamaron de Gutiérrez consecuencia con el proyecto, demandaron el cumplimiento de sus propuestas. Lo más importante y trascendente en este ámbito, fue la posición de los profesores y la UNE en defensa de la educación y de los derechos de los maestros. Un paro nacional de más de un mes y la huelga de hambre de más de trescientos profesores fueron las medidas necesarias para que el Gobierno de Gutiérrez atienda el incremento de presupuesto para la educación y los salarios de los maestros, para que sea consecuente con lo que dijo en la campaña, para quebrar parte de los designios del FMI, que constaban en la Carta de Intención, como la congelación de los salarios y la descentralización de la educación y la salud.

La dirigencia de Pachakutik no entendió la política de la izquierda revolucionaria, la tildó de equivocada, de diversionista. Sus voceros nacionales llegaron a acusar a la UNE y a los maestros de intransigentes y de "corruptos" por luchar por sus derechos, de exigir lo que no se podía dar, de no entender la "naturaleza popular del gobierno".

La derecha nos estigmatizo como atrabiliarios, como que "éramos gobiernistas que estábamos a la oposición".

Esta disputa no pudo continuar por mucho tiempo. La fuerza de las masas y de la izquierda no era suficiente para preservar y garantizar el Proyecto y mucho menos para impulsarlo.

El Coronel Gutiérrez cedió completamente a los chantajes y la presión de los yanquis y la derecha capitaneada por los socialcristianos.

En esas condiciones el MPD, el PCMLE y la JRE, persistiendo en sus posiciones de principios, de consecuencia con los intereses populares y nacionales, tomaron la decisión, los primeros días de julio, de romper con el gobierno y en ese momento declararon la independencia política.

Fue una decisión correcta, oportuna y revolucionaria, tomada en el escenario creado por más de tres mil delegados a la Convención Nacional del MPD. No existían ya las condiciones para continuar la lucha desde dentro del gobierno, éste se había derechizado, cambiado de naturaleza. Debíamos seguir en las calles y las barricadas, combatiendo por los intereses y derechos populares.

Pocas semanas después el Coronel Gutiérrez rompió con Pachakutik y despidió a sus ministros. Desde esa posición zanjó los debates que se desarrollaban al interior de PK en torno a salir del gobierno o quedarse. Estos y muchos más hechos corroboraron la justeza de la decisión de la izquierda revolucionaria.

En las filas de la CONAIE y de PK se expresó y continúa desarrollándose un debate intenso sobre su participación en el gobierno. Una buena parte de las bases indígenas reclamaban la ruptura, otros sectores exigían atención a sus necesidades inmediatas, varios de los ungidos a los ministerios y demás cargos representativos pugnaban por quedarse, por "darle más tiempo al gobierno", mientras otros manifestaron posiciones radicales de romper con Gutiérrez. Ese debate concluyó en una fase, con las medidas tomadas por el Coronel de romper la alianza, en realidad de echar al Pachakutik y sus ministros; y, continúa, en una nueva etapa, en la evaluación de las experiencias, que no ha terminado tras el Congreso de PK de fines de septiembre.

El gobierno democrático de Gutiérrez colapsó

Con la ruptura de la alianza del PSP y PK concluyó el viraje de Gutiérrez que se posesionó plenamente en la derecha económica y política, se prosternó íntegramente ante los designios de la embajada norteamericana y selló una alianza con los socialcristianos.

En un corto período el gobierno ganado por el movimiento popular e indígena fue escamoteado por el imperialismo y la oligarquía. El proyecto electoral que levantó grandes expectativas y esperanzas en los millones de pobres fracasó. ¿Cuáles son las causas para que esto sucediera?

En primer lugar es preciso señalar, como lo dijimos siempre, que este no era un gobierno popular, ni de los indios, y menos de la izquierda. Se trataba de un gobierno democrático en el que participábamos con el propósito de concretar varias reivindicaciones inmediatas y mediatas de los trabajadores y los pueblos, de enfrentar la crisis desde los intereses de los de abajo, de abrir el cauce para el desarrollo del movimiento popular, para aprender y acumular fuerzas que acerquen la perspectiva de la conquista del poder.

Esto significa que no fracasó el poder popular, ni siquiera un gobierno popular; colapsó un proyecto alternativo, democrático.

Las causas de este revés son de carácter interno y externo. Problemas y cuestiones, errores y dificultades que tienen que ver con el pensamiento y el accionar de los protagonistas, de los partidos políticos, de las organizaciones sociales y nacionales, de los dirigentes y personalidades.

Entre los factores internos tenemos:

1.- La traición de Lucio Gutiérrez.

En la medida que fue organizando el gabinete y asumiendo la gran crisis fiscal heredada de la administración de Noboa, se fueron evidenciando las concesiones del gobierno ante el FMI y la oligarquía. Esas actitudes, que pretendían salir de la coyuntura, en los hechos, se fueron acumulando hasta convertirse en concepciones, en línea de acción del Presidente, de su círculo de allegados y el PSP.

El Coronel cambió de posición política, se convirtió "en el mejor aliado de los Estados Unidos", en el sirviente más obsecuente de la oligarquía y de la derecha, y, los socialcristianos pasaron a constituirse en sus aliados vergonzantes, pero efectivos.

Hay quienes señalan que Gutiérrez siempre fue "hombre de los gringos", "agente de la CIA", derechista y sirviente de la oligarquía. Argumentan que todo lo que ocurriera el 21 de enero y en el proceso electoral no fue otra cosa que parte de la estrategia norteamericana para utilizar a las masas, manipularlas, desviarlas del cauce liberador que venían desenvolviendo; para desnaturalizar el movimiento indio, dividirlo y dispersarlo, sobre todo, para aislarlo de la izquierda, de las posiciones revolucionarias. Según esos agoreros, los indios, los trabajadores, la juventud, la izquierda y los revolucionarios proletarios fuimos utilizados, caímos en la trampa; unos por ingenuos, otros por concepciones reformistas; y, algunos concientemente, en el propósito de hacerle el juego al imperialismo.

Tales ideas no son otra cosa, en unos casos, que especulaciones calenturientas de "sesudos analistas" que no tienen otro trabajo que trasnochar y entre café y café, entre trago y trago cumplir su diletancia teórica que se expresa en "críticas" a la izquierda. En otros, responden a la ofensiva reaccionaria y anticomunista que pretende anular las realizaciones del movimiento indio, popular y de la izquierda; estigmatizarlas; demostrar su caducidad. En unos cuantos casos pueden ser apreciaciones ingenuas que no tienen en cuenta la realidad, la multilateralidad de los acontecimientos, la extensión de la teoría revolucionaria. De todas maneras, son opiniones que no se corresponden con los hechos.

Un axioma del análisis político es que las personas se juzgan por las palabras y los hechos, y desde luego, con mayor razón los partidos y organizaciones políticos.

Ya señalamos antes que el 21 de enero se produjo la rebelión de un grupo de oficiales liderados por Gutiérrez. Este es un hecho incontrastable. Se quebró la institucionalidad de las Fuerzas Armadas en momentos de crisis política, cuando más necesaria, era su acción no-deliberante, en función del orden constitucional. Esa acción significó la expulsión de muchos oficiales de la milicia y la prisión y sanciones a grupos importantes de baja graduación y tropa. En esas condiciones el lenguaje del Coronel era democrático, anticorrupción, inclusive patriótico. Sus palabras se correspondían con los hechos.

Cuando se propuso organizar el PSP trabajó con entusiasmo, se apoyó en los sectores populares, elaboró un discurso en contra de la corrupción y los privilegios, de la derecha. Tenía muchas ofertas de las diversas tiendas políticas burguesas pero optó por construir una alianza con los indios y demás sectores populares.

En el proceso electoral esgrimió una propuesta democrática, con la que ofreció el cambio, y por eso recibió el respaldo de las masas; confrontó con la oligarquía y la derecha.

En el gobierno, inicialmente y luego en forma decreciente, continuó hablando del cambio, del combate a la corrupción, y ensayó algunas formas de relación con las masas para atender sus necesidades.

El proceso de la metamorfosis de posiciones por parte de Gutiérrez se aceleró por la presión de la embajada norteamericana y la oligarquía y muy temprano, ese cambio fue total.

Gutiérrez se traicionó a sí mismo, a su pasado reciente, a la rebelión y la lucha que lo llevaron a la Presidencia de la República. Traicionó a su propia propuesta electoral. Dio las espaldas a sus electores, a los millones de ecuatorianos pobres que creyeron en él, a los indios. Traicionó a la base social de su partido, el PSP; al Pachakutik y la CONAIE, y, a la izquierda revolucionaria.

2.- La política pragmática y de la dirección de Pachakutik.

Una vez concretado el triunfo electoral, la dirección de Pachakutik y de la CONAIE exigieron y consiguieron de Gutiérrez un reparto del Gabinete que les daba responsabilidades en importantes áreas del gobierno, la agricultura, la educación, la cancillería y el turismo y en planos compartidos en el ministerio de gobierno, economía, energía, bienestar social; en Petroecuador, Fondo de Solidaridad, entre otros.

Concibieron la administración gubernamental, como la gestión burocrática y la acción asistencial a los sectores indígenas y populares. En ningún momento, ni en ninguna área o ministerio, se propusieron cambios trascendentes para la democratización del Estado y en beneficio de los indios y de los trabajadores.

Fueron evidentes ante la opinión pública las disputas entre los diversos grupos y dirigentes del Pachakutik y la CONAIE por apropiarse de los distintos espacios en el gobierno central y en las provincias. En realidad, muchos de ellos, fueron a la cosecha, al usufructo burocrático del gobierno.

Los compañeros del MPD que tenían responsabilidades en el gobierno plantearon reiteradamente a la dirección del Pachakutik, la necesidad de conjuntar fuerzas y acciones para impulsar el Proyecto. Siempre recibieron evasivas. En realidad ellos veían en la izquierda revolucionaria no a los aliados sino a los rivales y prefirieron actuar por si solos.

Las masas indias y populares que constituyen la base social de Pachakutik y la CONAIE permanecieron pasivas, en espera de la solución a sus problemas y necesidades; manifestaron su inconformidad con la dirección y los funcionarios y no recibieron sino la explicación de que las cosas no se pueden hacer de la noche a la mañana.

La propuesta de la izquierda de presionar con la lucha de las masas el avance del proyecto cayó en el vacío.

En estas condiciones las críticas de la dirección de la CONAIE y el PK a las medidas fondomonetaristas de Gutiérrez fueron únicamente el arsenal verbal, no recibieron el apoyo de la acción y la lucha de las masas. La política de movilizar a las masas por sus derechos y aspiraciones, para empujar el Proyecto no fue asumida por la dirección de Pachakutik; por el contrario se dedicaron a ejercer las funciones burocráticas y realizar la gestión asistencial. En los hechos, una política oportunista.

3.- La debilidad de la izquierda revolucionaria.

Participamos del gobierno y los pocos compañeros involucrados directamente se esforzaron por cumplir sus responsabilidades. Impulsaron la racionalización administrativa, la vinculación con los sectores sociales vinculados a su gestión. En el corto período de su gestión afirmaron su capacidad y solvencia, fueron reconocidos en ese sentido.

La izquierda revolucionaria tenía principalmente la responsabilidad de apoyar el Proyecto alternativo con la acción y la lucha de las masas, de pelear desde afuera para que se cumplan las propuestas de campaña y se avance en la atención a las masas y en la concreción de algunos aspectos del cambio; de oponerse a las pretensiones del imperialismo y la derecha para abortar el proyecto, para trocarlo funcional al sistema. En estas direcciones trabajamos tesoneramente.

Nuestra actividad fue notoria, encabezamos la inconformidad de las masas con las medidas neoliberales, impulsamos la lucha por sus intereses. Todo eso significaba un apoyo al proyecto, al gobierno que elegimos.

La nuestra fue una política justa y revolucionaria, pero no tuvimos la fuerza suficiente para determinar el curso de los acontecimientos. Como esta política no era expresión de la unidad del conjunto de los sectores populares y los indígenas fue insuficiente para hacer avanzar el proyecto.

En resumen, las causas propias, esenciales, que abortaron el proyecto alternativo fueron la traición de Gutiérrez, la política oportunista de la dirección de Pachakutik y de la CONAIE y, la debilidad del MPD y de la izquierda revolucionaria para determinar el cauce del movimiento popular, indígena y de izquierda.

Las causas externas que actuaron sobre las condiciones intrínsecas del proceso tienen que ver con la presión de la oligarquía, la derecha y el imperialismo.

La oligarquía, los empresarios y banqueros, la derecha en todas sus manifestaciones no estuvieron nunca contentos con el triunfo del Coronel para la Presidencia de la República, puesto que significaba un quiste maligno para la salud del sistema. Iguales valoraciones tenía el imperialismo.

Se propusieron una táctica de presión y chantaje dirigida a domesticar al Presidente y convertirlo en uno más de sus socios y sirvientes y, sino lo conseguían, oponerse a su gestión, sabotearla e incluso derrocarlo. En esa dirección, por ejemplo, el PSC se negó a asumir la Presidencia del Congreso Nacional dejando un vacío que amenazaba con quitar legitimidad constitucional a la posesión del nuevo gobierno.

En esa dirección también, trabajaron con el adulo, las invitaciones y las propuestas de apoyo económico, material y político, pero también con las amenazas.

La visita a Estados Unidos y Europa, los encuentros con lo más rancio de la oligarquía empezaron a dar frutos. Gradualmente Gutiérrez, su círculo y el PSP, incluso algunos de los ministros de Pachakutik fueron cambiando de discurso en nombre del realismo político.

El imperialismo, la oligarquía, la reacción y la derecha cumplieron su objetivo, domesticaron a Gutiérrez y lo hicieron en un corto tiempo.

La ofensiva ideológica de la reacción y el imperialismo

Como consecuencia del desenlace que tuviera la participación del movimiento indio y de la izquierda en el gobierno de Gutiérrez se está desenvolviendo una intensa campaña de desprestigio que intenta descalificar a los protagonistas de los acontecimientos. Esa actividad se la realiza a través de la prensa y la televisión, en los ámbitos políticos y académicos. Una buena parte de plumíferos hacen meritos antes sus amos esgrimiendo argumentos rebuscados, falacias y calumnias.

Afirman que los indígenas son un sector respetable de la sociedad, que estuvieron sojuzgados y olvidados por centurias y que es justísima su aspiración de ser tomados en cuenta, atendidos en sus necesidades. Inclusive reconocen el derecho que tienen a participar en el gobierno del país. Pero eso, sostienen, no significa que pretendan imponer su presencia y sus intereses a los de todo el país, pues deben entender que son una minoría. Señalan que para alcanzar esas reivindicaciones equivocaron el camino, los métodos y los aliados.

Los indios, dicen, primero, deben educarse, conocerse a sí mismos, ser conscientes de sus reales capacidades y luego, de una manera ordenada, democrática buscar la atención a sus necesidades y problemas.

La violencia, la paralización del país, la interrupción de las carreteras, la invasión de las ciudades son métodos irracionales que no conducen sino al caos y a la anarquía.

Los hechos han demostrado, según ellos, que los indios no supieron gobernar, tuvieron la oportunidad de demostrar sus capacidades y la desaprovecharon.

En referencia a la izquierda revolucionaria, el discurso es similar. El socialismo fracasó, es una doctrina obsoleta. Los comunistas, los extremistas son una expresión del pasado, no entienden los nuevos tiempos que vive el país y la humanidad.

Plantean que a lo largo de su actividad la extrema izquierda no ha hecho otra cosa que organizar huelgas y motines. Lo único que sabe hacer es oponerse a todo. No tiene ninguna propuesta realista. Carece de sustento en sus planeamientos y programas, y para imponerlos acude a la violencia verbal, a las piedras y las bombas. El país los conoce y por eso no les da la oportunidad, sabe que su participación en las elecciones tiene el propósito de asaltar el poder para acabar con las instituciones y la propiedad. La educación y su crisis son una muestra de la inutilidad de los izquierdistas.

En el gobierno de Gutiérrez, dicen, se metieron por la ventana y no pusieron en práctica ninguna de sus propuestas. Al igual que los indios están incapacitados para gobernar; su oficio de tira piedras, no les permite ver más allá de sus narices.

El país tiene que aprender la lección y no ensayar alternativas con quienes no están en condiciones de cumplir las altas responsabilidades de gobernar.

Los resultados de esta intensa ofensiva ideológica denigrando a los indios y a la izquierda están teniendo efectos en la subjetividad de apreciables sectores de masas y en algunos activistas políticos. Una incertidumbre respecto de si los de abajo somos capaces de gobernar, un escepticismo en las posibilidades reales de producir el cambio, un cierto grado de desconfianza en las organizaciones políticas, en la política misma.

Esta acción se apoya en las limitaciones y errores cometidos en la gestión gubernamental por parte de los dirigentes de Pachakutik y de la izquierda; pero en realidad es, un cúmulo de mentiras y calumnias, una interpretación antojadiza de los hechos.

Esta campaña ideológica es de naturaleza reaccionaria, racista, anticomunista; tiene el propósito de desacreditar a la organización social, a los sindicatos y los gremios, a los indígenas, a las organizaciones y partidos políticos de izquierda. Pretende que la política siga siendo patrimonio exclusivo de las clases dominantes.

En las páginas anteriores hemos expresado nuestro punto de vista sobre los hechos. Esa realidad no dice que los indios y la izquierda seamos incapaces de asumir y ejecutar la gestión gubernamental. Todo lo contrario este periodo de la vida del país ha demostrado que los trabajadores y los indios, los pobres, los preteridos de siempre, los de abajo, la izquierda, tuvimos la osadía de aspirar al gobierno; que supimos organizarnos para acceder a él; que vencimos una campaña electoral multimillonaria de la oligarquía y el imperialismo, ciertamente de manera parcial, pues las mayorías legislativas fueron ganadas por la derecha; que iniciamos una gestión gubernamental sin experiencias, pero con la decisión de avanzar y cumplir; que esa gestión se dio en medio de dificultades y sabotajes del propio Presidente y sus allegados, enfrentando la presión del imperialismo y las oligarquías; que no tuvimos la suficiente capacidad y voluntad de unirnos en una sola dirección; que cometimos errores (quien no lo hace) y no tuvimos la fuerza suficiente para avanzar en nuestros propósitos.

Esto no quiere decir que seamos incapaces, que no tengamos propuestas; que sólo servimos para la movilización y la algazara. Nuestros planteamientos para salir de la crisis, para enrumbar el progreso del país y atender las necesidades de los millones de ecuatorianos pobres están elaborados de manera científica, ajustados a la realidad y sobre todo, son posibles de aplicarse. En nuestras filas existen compañeros y compañeras con la suficiente honradez y transparencia, con la capacidad y la decisión de afrontar esas responsabilidades. Los hechos, la gestión de nuestros compañeros en el Ministerio de Ambiente, en el Congreso de la República, en las responsabilidades administrativas provinciales y en los gobiernos locales son vitrina demostrativa de lo que afirmamos.

Es indispensable entender que los espacios que alcanzamos en la institucionalidad burguesa siempre tendrán límites, puesto que las estructuras políticas siguen intactas, estamos en el engranaje burocrático del Estado y los capitalistas continúan detentando el poder económico y político. Sólo conquistando el poder, ejerciéndolo en toda su extensión, los trabajadores y los revolucionarios estaremos en condiciones de llevar a término todas las concepciones revolucionarias; de cumplir con las aspiraciones de justicia, igualdad, trabajo y oportunidades para las mayorías; de construir la sociedad de los trabajadores para los trabajadores.

Al afirmar estas concepciones revolucionarias no negamos la necesidad y la posibilidad de acceder a espacios de la institucionalidad burguesa para desde ahí continuar trabajando por la conquista del poder; para afirmarnos, crecer y tener las condiciones para hacerlo más rápidamente. En el país existen varias experiencias de cómo los izquierdistas y revolucionarios aprovechamos esas situaciones, y claro está, también se registran equivocaciones y errores, inclusive defecciones.

La organización y el hacer revolucionarios implican la utilización de todas las formas de lucha, de todos los espacios y resquicios de la legalidad burguesa, pero exigen, y esto debemos tenerlo siempre presente, la subordinación de todas esas formas y métodos de lucha al ejercicio legítimo de la violencia revolucionaria de las masas, único camino que conduce al poder y que a la postre permite mantenerlo y defenderlo.

En el proceso de acumular fuerzas para tener la capacidad de conquistar el poder, es necesario, indispensable recorrer una y otra vez, la confrontación directa y la lucha electoral, ganar posiciones, afirmarnos en ellas y avanzar.

La necesidad de la unidad

En el proceso de la lucha de clases que se viene librando en el Ecuador se van conformando referentes sociales y políticos.

Cualquier persona honrada que analiza el desenvolvimiento de la lucha de las masas puede concluir que existen dos columnas del movimiento popular. La una integrada por los pueblos indios, una parte del movimiento sindical de los trabajadores públicos, por las ONGs democráticas y reformistas, una parte de la iglesia católica y activistas cristianos y, una franja de la intelectualidad; políticamente, esta vertiente esta animada y dirigida por Pachakutik. La segunda columna la componen una parte del movimiento sindical y del campesinado, un sector del movimiento indio y negro, los profesores, la juventud secundaria y universitaria, organizaciones barriales y de pequeños comerciantes, una corriente de la intelectualidad progresista, varias organizaciones políticas de izquierda. El partido revolucionario del proletariado tiene una importante incidencia y la responsabilidad de fortalecer y guiar esta vertiente. En determinados momentos de la lucha se ha integrado a esta columna casi todo el movimiento sindical y la mayoría de los partidos y organizaciones de izquierda.

Estas expresiones de los pueblos del Ecuador han estado y están protagonizando las acciones más importantes de la lucha social en los últimos 15 años.

En la gran mayoría de jornadas han coincidido en las calles, en los cierres de vías, en las movilizaciones y huelgas, en los levantamientos populares. Han podido concretar la unidad en la acción y en determinados momentos, inclusive, proyectos programáticos unificados respecto de algunas cuestiones específicas.

En la mayoría de las batallas importantes, sobre todo en el desenlace, estas dos columnas del movimiento popular no han podido marchar unidas. Se han impuesto los intereses particulares por sobre los propósitos generales.

La gran mayoría de las bases que militan en las dos corrientes, anhelan la unidad y la demandan, las direcciones la proclaman. Existen la necesidad y las condiciones para construir esa unidad y sin embargo no se produce.

Las razones para que esta deseada unidad del movimiento popular no se produzca todavía son de carácter conceptual, ideológicas y políticas; también de disposición y voluntad.

La dirección de Pachakutik y de la CONAIE están hegemonizadas por la socialdemocracia de izquierda y sus objetivos no son la revolución social; luchan por la democracia, por la equidad, por la justicia; demandan un espacio para los pueblos indios. De otro lado están prevalidos de su fuerza, asumen posturas autosuficientes y sectarias, pretenden que todos se sumen a su propuesta y no tienen la disposición de discutir y llegar a acuerdos en pie de igualdad. Estas circunstancias son hasta ahora, un gran obstáculo para la unidad. Es posible y sobre todo necesario que las corrientes avanzadas y unitarias que existen en el interior ganen posesiones y cambien el rumbo hacia confluir en el torrente de las fuerzas liberadoras.

En el movimiento popular liderado por la izquierda revolucionaria se va fortaleciendo un proyecto revolucionario que se plantea la conquista del poder, el derrocamiento del capitalismo y el imperialismo y la edificación de la sociedad de los trabajadores, el socialismo. Esos son los objetivos estratégicos y para alcanzarlos es indispensable participar activamente en todas las batallas sociales y políticas que se libran en el país y lo venimos haciendo. Tenemos comprensión de la necesidad de la unidad y trabajamos por ella; pero tenemos claro, que nos asiste el derecho y la obligación de no renunciar a los objetivos finales y por esa razón no estamos dispuestos a difuminarnos en proyectos reformistas, a sumarnos incondicionalmente a otras propuestas. Ciertamente, en nuestras filas existen manifestaciones de sectarismo que, en algunas ocasiones conspiran contra la unidad. Estamos conscientes de eso y tenemos la disposición de corregirlas. Estamos claros que tenemos una parte de la responsabilidad para que la unidad de las fuerzas populares sea todavía una necesidad planteada.

Tenemos claridad respecto de que los objetivos estratégicos del proletariado y su partido difieren de las propuestas de la actual dirección del movimiento indio, pero asimismo de que, en la confrontación al imperialismo y la reacción, compartimos la gran mayoría de apreciaciones y planteamientos. Esto quiere decir que existen las condiciones para construir la unidad que las masas trabajadores y los pueblos necesitan y reclaman. Ese proceso unitario no puede hacerse con la subordinación de una de las fuerzas a la otra. Se trata de concertar acuerdos que, necesariamente impliquen concesiones, pero de ninguna manera la renuncia de los objetivos estratégicos. Será la vida, la lucha, la respuesta del enemigo las que irán labrando ese cauce unitario.

De todas formas, dado que la unidad es una condición para avanzar y vencer; la propia lucha de las masas la planteará, la exigirá y seguramente la concretará. Por nuestro lado continuaremos trabajando en esa dirección.

Los resultados son pasos adelante en el proceso de crecer

La reacción, la derecha y los oportunistas afirman desaforadamente que los indios, los trabajadores y los izquierdistas fracasaron, fueron derrotados; que se cerró el ciclo de su presencia en el país.

Nosotros reconocemos, que efectivamente, el movimiento popular e indígena, la tendencia democrática, antiimperialista y de izquierda sufrió un revés en el proceso de la marcha por la transformación social, en la tarea de acumular fuerzas. Pero debemos analizar estas cuestiones, de manera multilateral, en sus contradicciones, en su desenvolvimiento y en los resultados.

En este artículo hacemos referencia en las primeras páginas a los antecedentes sociales y políticos que nos condujeron a ganar las elecciones presidenciales. Analizamos esos acontecimientos desde la dialéctica materialista, en sus contradicciones y en su desarrollo.

Las masas populares organizadas en sindicatos y gremios, en comunas y asociaciones; el movimiento indígena; los partidos y organizaciones políticos de izquierda; los hombres y mujeres democráticas y patrióticas que venimos siendo protagonistas del proyecto emancipador de los trabajadores y los pueblos del Ecuador, que luchamos por la liberación social y nacional estamos avanzando de manera sostenida hacia nuestros objetivos. Naturalmente esos avances no son lineales, se desenvuelven en el proceso de la lucha de clases, registran victorias pequeñas, parciales, grandes y significativas, y también equivocaciones, limitaciones, debilidades y derrotas.

El anhelo de cambio, la aspiración de la transformación social y nacional va creciendo, son millones de seres que sueñan con un mundo mejor. La organización de los trabajadores y de la juventud, de los pueblos indios y negro se va fortaleciendo. Todos estos años, los campos y ciudades del país han sido testigos del accionar diario de los de abajo, de las pequeñas y grandes acciones de las masas por sus derechos y en oposición a las políticas antipopulares. Acciones locales, movilizaciones parciales, luchas generales, huelgas nacionales y paros, levantamientos populares, la participación en las elecciones vienen siendo las expresiones de nuestra acción.

En 1997 nos alzamos contra la corrupción y el autoritarismo de Bucaram, lo echamos del poder, pero lo reemplazó otro capitoste de la burguesía. Trabajamos, discutimos, nos organizamos y luchamos, botamos un gobierno antipopular, pero no asumimos el poder. ¿Querrá decir esto qué perdimos esa batalla, qué fuimos derrotados, qué fracasamos, qué la perspectiva de la lucha se acabó?

Ninguna de las fuerzas y organizaciones que participamos de ese levantamiento popular asumimos esas ideas. Fuimos claros y precisos. Luchamos y obtuvimos una victoria parcial. No conquistamos el poder, las cosas siguieron en lo fundamental como antes, los ricos como dueños del país y los pobres y los indios, trabajando para ellos.

Nuestra victoria sumó varias lecciones: la organización y la lucha de los trabajadores y los pueblos cobraron una gran fortaleza, determinaron el curso de la vida social y política del país; la convicción de que la política revolucionaria es patrimonio de los trabajadores y de la izquierda, de que, ejercerla conduce al fortalecimiento de la conciencia, de la organización y la lucha; que, la unidad en la acción es una gran cosa, pero es insuficiente, los acontecimientos exigen una unidad programática.

Más adelante, en la oposición a Mahuad, los levantamientos populares de marzo y julio de 1999 no alcanzaron a derrocar el gobierno y menos nos condujeron al cambio; alcanzamos a echar atrás una parte de los paquetazos fondomentaristas. En esos momentos y situación, a nadie se le ocurrió hablar de una derrota del movimiento indígena y popular, de la izquierda, porque evidentemente habíamos obtenido victorias parciales.

Cuando con el levantamiento popular del 21 de enero de 2000 avanzamos mucho más, tuvimos la conciencia y la decisión de organizar un gobierno diferente, y lo constituimos por unas horas. Todos sabemos que las cosas siguieron igual, la burguesía se mantuvo en el poder, se impuso la dolarización y la expoliación y explotación capitalistas continuaron. A pesar de eso todos los actores registramos esos hechos como batallas victoriosas de los trabajadores y los pueblos. Eran un triunfo parcial. Aprendimos muchas lecciones, nos fortalecimos.

En esta oportunidad, ganamos las elecciones presidenciales pero la derecha obtuvo la mayoría legislativa. Obtuvimos una victoria, no fuimos derrotados; el triunfo fue parcial. En el ejercicio de los primeros seis meses de gobierno, por nuestra inexperiencia, las dificultades, los errores cometidos, pero fundamentalmente, a causa de la insuficiencia y debilidad de nuestras fuerzas y, debido a la traición de Gutiérrez y al pragmatismo de la dirección de Pachakutik, estuvimos impedidos de impulsar el Proyecto hacia delante, hacia los objetivos propuestos y por tanto, los trabajadores y los pueblos, los demócratas y patriotas, los izquierdistas y revolucionarios, el conjunto de las fuerzas sociales y políticas populares sufrimos un revés parcial. Un revés en curso de la marcha sostenida de la liberación social y nacional. En este traspiés las fuerzas revolucionarias salimos, básicamente, bien libradas.

Las fuerzas populares, la juventud, la izquierda revolucionaria tuvimos la capacidad de hacer camino al andar. Afrontamos una situación inédita, no contábamos con experiencias para esas circunstancias. En el arsenal del marxismo leninismo no existen recetas y los comunistas del PCMLE nos negamos a los esquemas. Fuimos aprendiendo a hacer política en las nuevas condiciones. Una cuestión la tuvimos presente, nuestras posiciones partían siempre desde los intereses de la clase obrera, atendían la situación concreta teniendo presente los objetivos estratégicos.

Participamos del proceso, fuimos perfeccionando las orientaciones y los métodos, potenciamos la democracia en la toma de decisiones en el interior del Partido y del movimiento de masas que dirigimos. Crecimos en la teoría y en la práctica. Por esa razón tuvimos la capacidad de analizar objetivamente los acontecimientos, el desarrollo de las cosas y tomamos la decisión oportuna de retirarnos del gobierno de Gutiérrez, en el momento oportuno y de manera adecuada.

Toda la actividad, el desarrollo de los hechos y los resultados nos están permitiendo unificar ideológica y políticamente nuestras fuerzas, afirmarlas en las ideas revolucionarias y, plantearlas como un referente para el movimiento social y político de los trabajadores y los pueblos. Nuestro accionar y decisiones fueron aceptadas como justas y correctas por las fuerzas propias, vistas con simpatía por otros sectores, como expresiones de la consecuencia y la dignidad.

Todo esto quiere decir que las fuerzas de la izquierda revolucionaria lucharon consecuentemente y avanzaron, se consolidaron y se proyectan hacia el conjunto de la sociedad como un referente de sapiencia y firmeza.

Las lecciones nos permitirán luchar en mejores condiciones

Van desarrollándose años de intensa lucha por el cambio. Los trabajadores y los pueblos van conquistando nuevos estadios en su organización y conciencia, van acumulando experiencias. Van aprendiendo lecciones.

Las propuestas políticas, el debate y la participación en el mismo de apreciables sectores sociales, el esclarecimiento de los hechos y la elaboración de orientaciones, la unidad en la acción, las diversas formas de lucha utilizadas, la participación por un corto período en el gobierno constituyen un aprendizaje de carácter extraordinario para las masas populares.

Una lección es la afirmación de la lucha como el camino para exigir y conquistar los derechos, para oponerse y aún detener la ofensiva patronal y antipueblo de la reacción y el imperialismo, para conquistar la emancipación social y nacional. En el combate callejero, en los cierres de vías, en la movilización y la huelga, en los levantamientos populares, en la contienda electoral nos vamos identificando con nosotros mismos, con la política revolucionaria, vamos reconociendo mejor a nuestros enemigos y los verdaderos amigos, vamos depurando y fortaleciendo la organización

Otra lección es que la unidad es una gran necesidad, una condición para avanzar y vencer. La unidad de los trabajadores y los pueblos, de las organizaciones sociales de la ciudad y el campo, de los demócratas y patriotas, de los izquierdistas y revolucionarios, de los partidos y organizaciones revolucionarias es un objetivo y una tarea que no se consiguen por decreto, que tiene que labrarse en el debate y en la acción. La práctica social está demostrando que la unidad de acción es sólo un primer paso que se torna insuficiente sino se concreta la unidad programática y política a plazos mediatos. Todas las fuerzas políticas plantean la unidad, pero, en los hechos, existen todavía serias dificultades para concretarla, para consolidarla y desarrollarla. Los intereses políticos de cada organización y frente no pueden ni deben ser eliminados, pero tampoco pueden convertirse en condiciones que impidan la unidad en torno a objetivos y caminos de carácter general. Las masas quieren la unidad, reclaman la unidad y los revolucionarios tenemos la obligación de responder a esas demandas.

Una nueva lección tiene que ver con la selección de nuestros representantes y abanderados. Son las condiciones históricas, la organización y la lucha las que destacan a los dirigentes, a los jefes y líderes populares y revolucionarios. No los podemos elegir a dedo. Pero si tenemos la capacidad y el derecho de determinar entre todos los hombres y mujeres luchadores a aquellos que nos han de representar en esta u otra responsabilidad. Las compañeras y compañeros que asuman la responsabilidad y el liderazgo de las masas tienen que venir de nuestras propias filas, tienen que ser luchadores probados, consecuentes, honrados y valerosos. Con esos atributos existen miles de personas en el seno de los pueblos. Los advenedizos, los aventureros, los portadores de la novedad no van a ser consecuentes y firmes en la lucha. Esto no niega la incorporación de nuevos y nuevos combatientes, que siempre tendrán un sitio en las trincheras, pero exige, que todos pasemos por la prueba de la lucha, que comprendamos que la calidad de los luchadores populares y revolucionarios se califica todos los días, que la formación ideológica y política no concluye, que podemos avanzar, pero también retroceder.

Quizás la lección más importante es entender que este proceso protagonizado por los trabajadores, la juventud, los indios y la izquierda es una más de las batallas por la emancipación. En estos combates tuvimos éxitos parciales muy significativos, derrotamos electoralmente a la derecha, abrimos la posibilidad de conformar un gobierno alternativo. Desde luego, cometimos errores y sufrimos reveses de carácter parcial. Está demostrado que si bien las elecciones son una forma de lucha que debemos continuar librando, no conducen, sin embargo, al poder; sólo nos permiten acumular fuerzas, crecer y aprender.

Los resultados finales, el balance es que avanzamos significativamente. Los nuevos retos planteados son los de continuar la lucha. La liberación será la suma de varias batallas, pequeñas y grandes; la utilización de violencia revolucionaria de las masas, de todas las formas de lucha, la acumulación ideológica, política y organizativa para librar los combates finales, alcanzar la victoria, y conquistar el poder popular y el socialismo

El segundo gobierno de Gutiérrez

Una vez consumada la traición por parte de Gutiérrez, el gobierno cambió de color. Se transformó en una gestión neoliberal, en uno más de los gobiernos que se han sucedido en el país y que han tenido el propósito de preservar, defender y afirmar los privilegios de las clases dominantes y asegurar la expoliación de los trabajadores y los pueblos.

Gutiérrez mismo no se ha convertido en un oligarca, en un empresario capitalista de grandes magnitudes. Puede ser que en el futuro llegue a integrar el grupo de los monopolistas.

Ahora es un instrumento del imperialismo, preside un gobierno obediente a los designios del Fondo Monetario Internacional, se esfuerza por cumplir cabalmente sus mandatos. El principal objetivo de la administración del Coronel es la aplicación integral de las recetas neoliberales, es decir cumplir lo que no han podido hacer hasta ahora ninguno de los gobiernos. En esa dirección el gobierno de Gutiérrez fracasará igual que lo hicieron sus predecesores. Esto porque el movimiento popular, los trabajadores y la juventud estarán de pie, resistiendo, acumulando fuerzas y en un momento dado pasarán a la contraofensiva. También porque las contradicciones interburguesas no se han soldado y continuarán gravitando en el desarrollo de los acontecimientos.

Se trata de un gobierno que responde a los intereses de la gran burguesía, de los empresarios y banqueros, de la oligarquía. Es una administración reaccionaria, de derecha cuyo propósito central es defender los privilegios de los de arriba, todo lo cual significa expoliar y oprimir a las masas trabajadoras.

El gobierno de Gutiérrez está empeñado en privatizar las empresas eléctricas, las comunicaciones y el petróleo. Pretende de esa manera entregar las áreas estratégicas y más rentables de la economía, a precios irrisorios, a la empresa privada extranjera. Se ha rebuscado subterfugios como aquellos de que no se venderán las eléctricas, las telefónicas y el petróleo sino que se concesionará su administración.

Tiene la pretensión de privatizar la salud pública (por ahora se obliga a los usuarios a pagarla), municipalizar la educación como una manera de que los padres de familia asuman los costos de ella, y por ende elitizarla y favorecer a la enseñanza particular.

Está haciéndole el juego a la propuesta de Nebot de quebrar la seguridad social con la creación del Seguro Social Municipal, que no es otra cosa que el atraco de los dineros de los afiliados, jubilados y pensionistas.

Está dispuesto a imponer la unificación salarial y la flexibilización laboral entre los trabajadores y servidores públicos que ante todo consagra el congelamiento salarial y la salida de miles de trabajadores públicos al desempleo.

Está impulsando la llamada Reforma Tributaria que busca ampliar el universo de los contribuyentes, gravando los ingresos de los trabajadores, como si fueran rentas; incrementar el porcentaje del IVA y, desde luego garantizar la inversión privada, disminuyendo los impuestos a los empresarios, el retorno de los capitales, etc. etc.

Quiere llevar a la vigencia constitucional lo que denomina Reforma Política que no es otra cosa que restricción de la democracia para los trabajadores y los pueblos y la afirmación de la gobernabilidad para el imperialismo y las clases dominantes. Se busca imponer los distritos electorales en los cuales se elegiría un solo diputado; afirmar el régimen presidencialista y prácticamente anular el rol del parlamento; establecer las autonomías para entregar ínsulas a los caciques.

El autoritarismo y la prepotencia están convirtiéndose en las formas y los métodos de gobernar. Cada vez que habla en público, profiere amenazas contra los sindicalistas, contra los dirigentes populares y de izquierda; amenaza con la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional y la fuerza de las armas; se pronuncia abiertamente contra la libertad de expresión y anuncia la vigencia de la ley mordaza; está empeñado en organizar un aparato paramilitar, apoyándose en las necesidades y la falta de empleo de los militantes del PSP e impulsando "empresas de seguridad privada", que tendrán contratos asegurados con las empresas públicas.

Estos hechos están mostrando la catadura de un aprendiz de dictador que puede llegar a serlo.

La prédica reiterada de que iba a combatir a la corrupción no pasa de ser una consigna hueca sin resonancia. La realidad es que empiezan a evidenciarse las mismas expresiones de la corrupción de los gobiernos anteriores. El nepotismo, el abuso de poder, la utilización de los recursos del Estado para la labor proselitista del Partido Sociedad Patriótica, son los botones iniciales que anuncian los peculados y negociados que están incubándose. A ello se suma el fideicomiso socialcristiano de EMELEC y el continuo freno a que la AGD finalmente empiece a cobrar a los grandes deudores que todavía se mantienen intocados.

De otro lado, el gobierno de Gutiérrez está ahora aliado a los socialcristianos, se ha convertido en sirviente de los designios de Febres Cordero. El PSC se niega a formalizar acuerdos públicos con el gobierno, pero, en los hechos, éste lleva adelante, de manera obsecuente, la política de aquel. En realidad se trata de un gobierno gutierrista-socialcristiano.

Los cambios producidos le quitaron la base social de que disponía el gobierno. El movimiento de los trabajadores, los pueblos indios, la juventud en su gran mayoría están tomando conciencia de la naturaleza del Coronel y su administración y le quitaron el apoyo. La gran mayoría de la población, los que votaron por Gutiérrez y los que creyeron en la posibilidad del cambio sin ser sus electores, están desengañados, arrepentidos. Los sectores sociales que avalan al gobierno son aquellos nucleados o influidos por el Partido Sociedad Patriótica, una buena parte de ellos porque aspiran al empleo; sin embargo existe un sector apreciable, que está perdiendo la confianza.

Desde el punto de vista del apoyo social se trata de un gobierno aislado, que tiende a profundizar ese aislamiento.

Políticamente, el gobierno sólo tiene el aval del Partido Sociedad Patriótica. Ningún otro grupo ni partido político quiere unir su suerte a la de un gobierno débil y aislado. Ya dijimos que el PSC aprovecha del gobierno pero que no une sus fuerzas en una alianza con él.

Desde el punto de vista político el sustento con que cuenta el gobierno es débil y tiende a disminuir.

Las encuestas de medición de la aceptación y credibilidad del Presidente y del gobierno demuestran cada semana una disminución de la popularidad, el desengaño de la opinión pública y de las masas.

Esto quiere decir que se trata de una administración aislada, sin apoyo social, sin sustento político sólido y sobre todo, de un gobierno desprestigiado que está recibiendo el rechazo de las masas.

En sus pretensiones de llevar hasta el final las políticas neoliberales, de servir obsecuentemente a las oligarquías el gobierno de Gutiérrez ha declarado la guerra a los trabajadores y a los pueblos, a los demócratas y patriotas, a la izquierda revolucionaria.

Se encuentra elaborando una pro forma presupuestaria en la cual se incrementa el porcentaje dedicado al servicio de la deuda, desde el 32% al 38%, en perjuicio del gasto social que se disminuye en educación, salud y obra pública y se incrementa en los rubros dedicados a las Fuerzas Armadas y la Policía. Es la vieja formula neoliberal de tener un Estado débil en lo social, pero muy fuerte en lo represivo.

Se congelan los salarios y se multiplican los impuestos sobre las masas. Y, con seguridad se promulgará a principios del año 2004 un nuevo paquetazo económico ordenado por el FMI que busca que la crisis la sigan pagando los trabajadores, debido a la mantención de déficit fiscal que llegaría a 700 millones de dólares y al mantenimiento del esquema monetario dolarizado. Incluso se pretende desconocer los acuerdos, decretos y leyes dictados por el mismo gobierno, debido a la demanda de las masas, como el incremento de los salarios del magisterio.

El gobierno está empeñado en una agresiva campaña para dividir al movimiento indio, la CONAIE y Pachakutik. Esta comprando dirigentes medios y nacionales, entregando los municipios, las instituciones y empleos.

Frente al movimiento sindical y la izquierda amenaza con medidas represivas, con los juicios, los despidos y la cárcel.

Las masas populares, los dirigentes sindicales y gremiales consecuentes, la izquierda está respondiendo con el fortalecimiento de la organización, con el impulso de la protesta, la movilización y la lucha. La reanimación del Congreso de los Pueblos es el más importante signo de esta respuesta, que se concreta en acciones y movilizaciones de distinto orden y potencialidad. Más adelante esas acciones crecerán y capitalizaran el descontento de las mayorías.

La política de los trabajadores, los pueblos y la izquierda

Ha transcurrido un periodo de grandes movilizaciones de las masas populares, de los trabajadores, los pueblos indios y la juventud. En estas acciones los partidos y organizaciones políticas de izquierda, el PCMLE jugaron un rol destacado, cumplieron, en lo fundamental su papel, se afincaron en el corazón de los trabajadores, crecieron políticamente, adquirieron una mayor compresión y conciencia de sus responsabilidades.

En realidad, hemos salido fortalecidos en lo ideológico, lo político y también lo organizativo, con nuevas experiencias y bríos. Nuevas organizaciones sociales se han conformado y o han alcanzado su personería jurídica como la CUBE y la CUCOMITAE; el MPD realizó una importante campaña de afiliación que r5atifica la ampliación del respaldo que tiene; los congresos de la JRE, la FEUE y otros demuestran niveles más altos en la organización de esas estructuras; los trabajadores públicos retoman de manera general el camino del combate.

La lucha por la liberación social y nacional continúa adelante. Las reservas de la revolución están, en lo fundamental, sanas, pueden y deben continuar los combates reivindicativos y políticos. Sobre todo, son fuerzas en desarrollo con una potencialidad que las convertirá en protagonistas de las batallas victoriosas por el poder popular.

La crisis se profundiza afectando principalmente a los trabajadores y a la juventud, al desarrollo del país. La necesidad y la posibilidad de organizar y hacer la revolución se abre paso en la subjetividad de los trabajadores, de los indios y de la juventud; es la razón histórica para la existencia del partido revolucionario del proletariado, y, al cumplimiento de esas responsabilidades está dedicada la actividad de sus militantes y dirigentes

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